Luego del parto resulta muy común que la flamante mamá no consiga reconocer su nueva e inesperada figura frente al espejo. Verse gorda, quejarse del tamaño de las caderas o de los pechos, es un factor común que se desprende de los comentarios que realizan las madres al contemplarse frente al tan temido espejo, el cual nos entrega la imagen de un nuevo cuerpo que es muy difícil reconocer como propio.
Una de las cuestiones que tornan difícil dicho reconocimiento es que se trata del reflejo de un cuerpo, por decirlo de alguna manera, asexuado. La ropa de embarazada nos queda enorme, y la de “mujer” es muy pequeña.
Inmediatamente después del parto se pierden alrededor de 5 kilos y medio, que comprenden el peso del bebé más la placenta, la sangre y el líquido amniótico. Después, se va perdiendo peso de manera gradual a medida que se vaya eliminando el líquido extra que las células han retenido durante el embarazo, aparte del líquido correspondiente al exceso de sangre en tu cuerpo. Es común orinar y transpirar más de lo normal y, al cabo de la primera semana, es posible perder otros 2 kilos en función a la cantidad de líquido retenido.
Pero esto no es algo que haya que tomar tan a la tremenda. En definitiva, se debe comprender y tomar conciencia de que se trata de un cuerpo de transición necesario para atravesar este período. Por lo que no hay que exigirse estar a la altura de los cánones de belleza.
La maternidad encierra otra clase de belleza. De manera que intentar recuperar de inmediato la figura es sólo una de las tantas exigencias a las que nos vemos sometidas. Todo es cuestión de tiempo, hay que darle lugar a lo diferente. Para recuperar la figura normal se necesita aproximadamente de 1 año. ¡Que no decaiga!
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