La filosofía es una de las ciencias más antiguas, de hecho, durante siglos fue considerada la sabiduría primera. Una forma de acceso a la realidad que sirve como punto de reflexión sobre todo aquello que tiene que ver con lo humano, con el universo y con la realidad desde diferentes perspectivas y matices. Sin duda, la filosofía de la maternidad es posible puesto que ser madre es un hecho que transforma la vida de cualquier mujer y que además, es una vivencia que está conectada de forma directa con las emociones.
Tomás de Aquino ya explicó que cuando una mujer es madre siente una alegría intensa. En primer lugar, porque el nacimiento del niño implica el final de los dolores del parto. Y en segundo lugar, porque poder ver la cara del recién nacido es la máxima expresión de amor.
Pocos amores son tan generosos como el que una madre siente por su hijo. Las madres perdonan una y mil veces los errores de los pequeños. Es decir, tienen un deseo de protección que va más allá de la edad y de la necesidad. Sin embargo, algunas mujeres cometen el error de olvidarse de sí mismas tras dar a luz. Es verdad que el bebé se convierte en una prioridad, sin embargo, no hay que renunciar a todo por ser madre. Por muchas razones, pero especialmente, porque el bebé, un día crecerá y hará su propia vida como ser totalmente independiente.
El cambio de la mujer a nivel social también ha influído de forma notable en el rol femenino que marca la maternidad. Está claro que hoy día, muchas mujeres siguen con su carrera profesional porque no quieren renunciar al éxito en el trabajo.
Pero además, el deseo de ser madre puede llegar a ser tan intenso que muchas personas son infelices al no poder tener hijos por diferentes razones. El amor tiene muchos grados y matices pero una madre siempre es una madre. Un referente a cualquier edad y una persona a la que quieres de verdad más allá de la edad.
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