Desde fuera todo parece mucho más sencillo. Ser madre nos cambia todo. Cuando pensamos en cómo educar a nuestros hijos, lo primero que nos viene a la cabeza es que queremos protegerlos de todo y tratar de darles lo máximo. En afecto y en bienes materiales que puedan necesitar o desear.
Sin embargo, llega el momento de educar de verdad, cuando pasan los primeros años y llega la conciencia del pequeño y los caprichos. Es entonces cuando tenemos que aprender a decir que “no” y no sentirnos mal por ello. Porque hay muchas madres que se sienten muy tristes y se culpabilizan por darle una negativa a los pequeños, algo que es totalmente lógico y saludable.
El valor y el sentido de las cosas
Es en esos primeros años, cuando empiezan a relacionarse con otros niños, cuando comienzan a desear cosas. Ya no son sólo los objetos que me regalan y que tengo en casa, sino también los que otros bebés tienen, y eso les llama la atención. Lo nuevo y lo diferente. Y precisamente en ese momento es cuando tenemos que tratar de hacerles ver que todo tiene un valor y un por qué.
Es complicado entrar en razonamientos con una personita tan pequeña, pero sí tenemos que medir los caprichos que le concedemos para no malcriarle. No se puede eternamente decir que sí a todo y tratar de satisfacer todos sus deseos, aunque no sean cosas que realmente necesite.
Pero, ¿cómo alcanzar el punto medio de todo esto? Es complicado, pero debemos intentarlo. Habrá muchas personas implicadas en la vida de nuestro bebé y le regalarán todo tipo de caprichos. Está bien que le consientan, pero el papel de “poli malo” nos corresponde a nosotros.
Asumir el papel de “poli malo” como padres que somos
Si recordamos nuestra infancia seguro que aparecen imágenes de nuestros padres diciéndonos a algo que “no”. Algo que nos hacía mucha ilusión, que otros tenían o que creíamos necesitar como el aire en aquellos momentos. Es parte de la necesidad y del deseo del ser humano, algo que no termina, pero que aprendemos a controlar.
Como padres debemos estar preparados para quedar mal en ocasiones con nuestros pequeños. No aceptarán las negativas, como tampoco lo hacíamos nosotros a su edad, pero eso no quiere decir que no sean positivas para su educación y para que aprendan, desde niños, la importancia y el valor que tienen las cosas. Mejor hacerlo desde el principio, que tratar de enseñárselo después de años consintiendo todo. De forma gradual, toda enseñanza se aprende mejor.