El absceso infantil constituye un cúmulo de pus, compuesta por glóbulos blancos, tejido muerto y bacterias, entre otras sustancias, que puede presentarse en cualquier área del cuerpo. Generalmente, se asocia su aparición a una infección provocada en cierta parte del cuerpo, que intenta ser combatida por el sistema inmunitario mediante los glóbulos blancos, lo cual da lugar a una acumulación que se traduce en una hinchazón. Es común que un absceso comience a gestarse cuando, al cortarse o pincharse un niño mientras juega, ingresan los gérmenes patógenos en el área afectada.
Al principio, la zona luce enrojecida, luego se reblandece y gradualmente va formándose la cápsula de pus, que si no es tratada puede acabar saliendo la pus al exterior o, de lo contrario, al interior produciendo una fístula.
También, un absceso puede producirse por la acción de un parásito o un cuerpo extraño. A pesar que los abscesos suelen presentarse en la piel, además pueden producirse en zonas como los dientes o las encías, para lo que se necesitará un tratamiento a base de antibióticos. Si el absceso es cutáneo, comúnmente no se precisa tratamiento, pero en casos graves suele realizarse un drenaje quirúrgico.
Es importante saber que un absceso no es igual en un brazo que en otra zona del cuerpo que resulte más molesta, pues puede llegar a dañar un órgano. Por eso, es necesario como medida preventiva cuidar al extremo la higiene, de ese modo se reducirá el riesgo de que las bacterias ingresen debajo la piel ante, por ejemplo, una herida. En cuanto a los abscesos que pueden aparecer en encías o dientes, pueden prevenirse con una adecuada higiene bucal.
Para evitar cualquier posible complicación a los niños, es conveniente cosultar con un especialista, quien indicará si se necesita un tratamiento.