Cada vez que llevamos a nuestro bebé al pediatra podemos ver que una de las rutinas es medir el perímetro cefálico, que constituye la medida del contorno de la cabeza en su parte más grande.
Dicha medida, que se toma desde el momento que el bebé nace hasta los 3 años de edad, le sirve al pediatra para controlar el correcto desarrollo del niño. De este modo, se obtiene un récord de medidas, que dependen del sexo y edad del pequeño, que formarán una curva que servirá para precisar si las mismas se hallan dentro de los parámetros normales.
En caso de que la curva de crecimiento del perímetro cefálico tienda a estar fuera de los parámetros normales, esto puede ser un indicador de algún problema. Por consiguiente, si el perímetro cefálico es mayor a lo normal, puede ser síntoma de meningitis, sangrado interno de la cabeza, hidrocefalia, tumores cerebrales, macrocrania, enfermedad de Canavan, Síndrome de Morquio o Síndrome de Hurler.
No obstante ello, es bueno saber que un solo síntoma no hace una enfermedad, de modo que si su hijo posee cabeza grande, incluso superando los límites normales pero su desarrollo en general es normal y si posee predisposición familiar a tener cabeza grande, podría tratarse de Macrocefalia familiar benigna. El diagnóstico, debe ser evaluado en todos los casos por el médico.
Por otro lado, en caso que un perímetro cefálico sea menor, esto puede estar indicando: microcefalia, mal desarrollo del cerebro, desnutrición y fusión temprana de los huesos del cráneo.