Luego del nacimiento de un hijo, comienza un nuevo camino por recorrer para la madre, el cual muchas veces es bastante diferente a lo que en algún momento imaginó. No todo es color de rosa. La ansiedad que se vive durante los nueve meses de embarazo suele chocar con la realidad. Así, se le da la bienvenida al puerperio y la maternidad.
El puerperio se caracteriza por ser un periodo de cambios físicos, hormonales y psicológicos, cuya duración depende de cada mamá en particular en base a su historia personal, su vínculo con el bebé y a cómo se incluye al flamante padre.
Al mismo tiempo, tras el nacimiento del bebé, surgen ciertas incomodidades físicas tales como las molestias por la episotomía, la cesárea, la bajada de la leche, el cansancio y un conjunto de emociones encontradas.
Por lo general, durante el puerperio las mujeres nos sentimos muy sensibles, irritables, inseguras, confundidas entre lo que anhelamos y extrañamos del embarazo con los mandatos o consejos externos acerca de lo que “debemos hacer” en esta nueva etapa de nuestras vidas.
Un recién nacido demanda continua atención de parte de su mamá, quien debe estar a su disposición para cambiarle los pañales, darle el pecho cada dos horas, bañarlo o calmar su llanto. Esta nueva etapa, si bien es agotadora, se da de manera natural y marca el comienzo de un nuevo camino.
Sin embargo, muchas mamás (entre las que me incluyo) suelen angustiarse durante las primeras semanas debido a que no saben cómo tratar a sus bebés, generando una sensación de frustración. Pero tranquilas, a medida que la mamá y el bebé van descubriéndose, la angustia de esta primera etapa va cesando.
De todas maneras, para algunas mujeres el puerperio deviene en una depresión post parto, una enfermedad muy común que puede persistir durante meses o, incluso, años, a causa de los cambios físicos y hormonales. Por lo que si bien las madres solemos padecer un periodo pasajero de tristeza tras el parto, un episodio depresivo severo no resulta normal y requiere de inmediata atención.
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