Un error de principiante es sacar toda la leche que necesitamos, en una sola toma. Eso no es necesario. Y, tampoco, tenemos que separar las diversas cantidades de leche que hayamos extraído a lo largo de todo el día. Si las cantidades que se han extraído se hayan montando a una temperatura que está entre los 0 y los 15 grados, podremos usar el mismo recipiente para poder guardar la leche que acabamos de extraer, eso sí, por un período que no supere las 24 horas. Después de este tiempo, hay que seguir la recomendación para que el almacenamiento sea perfecto, teniendo en cuenta la fecha y la hora de la primera extracción. Si la leche que hemos extraído se mantiene a una temperatura de entre los 19 y 22 grados, podemos almacenarla durante un máximo de 10 horas. Si la leche que hemos extraído la dejamos a una temperatura de 25 grados, el tiempo de almacenamiento no va a superar las seis horas.
Si vamos a congelar la leche, lo mejor es que lo hagamos en pequeñas cantidades, así haremos más fácil su descongelación. El mejor método para descongelar la leche es poner el recipiente bajo un chorro de agua bien fría y, hacer que el agua vaya aumentando su temperatura, poco a poco. No es bueno que echemos la leche en el fuego, de manera directa. Como no sabemos la cantidad de leche que va a tomar el bebé, lo mejor es darle pequeñas cantidades del recipiente que hayamos elegido (un vaso, un biberón, una cuchara o una jeringa). Si quiere más, lo iremos rellenando con más leche. Lo importante es tener claro que en el momento en el que la leche tenga contacto con la saliva del pequeño, esta ya no vale, tendremos que tirarla. Eso sí, en el momento en el que se haya descongelado, podremos guardarla en la nevera, por un máximo de 24 horas.