Los riesgos de la amniocentesis

La amniocentesis es una prueba invasiva que implica un riesgo mínimo de pérdida fetal, de apenas el 1 por ciento. Por lo que decidir realizarse o no esta prueba no resulta para nada fácil.
Dicho estudio sirve para el diagnóstico precoz de anomalías cromosómicas en el bebé, pues estudia todo el cariotipo del feto, lo cual permite interrumpir el embarazo en caso de que existan.
Es bueno saber que el 95% de las amniocentesis efectuadas arrojan resultado negativo; lo cual indica que el bebé está sano.
Las anomalías que se presentan con mayor frecuencia son las trisomías del par de cromosomas 21, que indica Síndrome de Down;  así como las del 13 y 18, aunque en este último caso los bebés no suelen sobrevivir luego de nacer.
La amniocentesis es recomendada en los casos en los que el test de riesgo da positivo, en las madres mayores de 35 o 38 años, cuando existen antecedentes de hijo o feto con anomalías cromosómicas o malformación asociada con cromosomopatía y cuando los progenitores portan alteraciones cromosómicas.
De todos modos, aquellas mujeres mayores de 38 años a las que el test de riesgo les ha dado negativo deberían realizarse la amniocentesis, pues puede que se trate de un falso negativo. Vale aclarar que la posibilidad de tener un hijo con Síndrome de Down es mayor en las mujeres de entre 35 y 38 años, y aumenta aún más cuando se supera esa edad.
Esta prueba debe ser realizada alrededor de la semana 15 o 16 de gestación, ya que en este momento el riesgo de aborto es menor y hay líquido amniótico suficiente para su realización.
El riesgo de pérdida fetal se debe a que al pinchar la bolsa amniótica puede que la misma se rompa en las 48 horas siguientes de haberse efectuado la prueba, aunque es no es común que esto suceda. De todos modos, si se llegara a producir pérdida de líquido amniótico, esto puede solucionarse con reposo hospitalario.

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