¿De qué depende el tamaño de la barriga en las embarazadas?

Ni bien comienza a crecer la barriga durante el embarazo, muchos se lanzan a adivinar no sólo el sexo del bebé, sino también el tamaño que tendrá o la fecha en la cual nacerá, y todo ello valiéndose de la forma o las dimensiones del abdomen de la futura madre. Pero lo cierto es que todo este tipo de apreciaciones carecen de validez debido a que no son más que mitos que forman parte del imaginario popular.

También es común que surjan dudas acerca del tamaño de la barriga, pues algunas en apariencia crecen más que otras. Sin embargo, los expertos sostienen que cada embarazo es único y, por lo tanto, existen múltiples factores que condicionan la apariencia del abdomen de una embarazada. Por un lado, influye la edad gestacional, por lo que el abdomen será más prominente cuanto más avanzada esté la gestación. De todos modos, el crecimiento de la barriga no depende sólo del tamaño del bebé, pues puede ocurrir que dos mujeres con el mismo tiempo de embarazo y un feto de parecidas características tengan barrigas totalmente distintas.

El perímetro abdominal, a su vez, tiene mucho que ver con el tono muscular. Así, por ejemplo, el aumento de peso se hará más notorio en aquellas mujeres que posean poco tono muscular en el abdomen, sobre todo en segundos embarazos.

La posición del feto es otro de los factores determinantes. Si el bebé está ubicado con la espalda junto a la columna de la madre y las piernas hacia adelante, el abdomen puede verse más en punta. En cambio, si el feto se encuentra en posición vertical o próximo a la cara posterior del útero, es probable que la tripa no sea muy abultada.

Además, hay que tener en cuenta la anchura de la pelvis de la futura madre. Cuanto más estrecha sea, menos se encajará el bebé y mayor será el volumen de la barriga.

Otros factores que inciden en el tamaño de la barriga son el sobrepeso o la cantidad de líquido amniótico.

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Girar al bebé que viene de nalgas: Maniobra riesgosa

Cuando el bebé viene de nalgas, los médicos suelen pautar darlo vuelta a partir de las 37 semanas de gestación, para evitar posibles problemas en caso de que el parto se desencadenase. Antes de ese tiempo, el feto todavía puede moverse con facilidad y puede suceder que la posición de nalgas sólo sea temporal.
Para reducir al mínimo los riesgos, los médicos acostumbran como primera medida realizar una ecografía pues, de ese modo, sabrán con exactitud en qué posición está ubicado el bebé, así como dónde se hallan la placenta y el cordón umbilical. Además, tanto la madre como el hijo son monitoreados, registrándose así el latido del corazón del bebé y las contracciones uterinas. Al tiempo que a la madre se le administran una serie de medicamentos para propiciar que la musculatura del útero logre relajarse, lo cual facilita el giro y previene el desencadenamiento del parto. Claro que en caso de que surjan complicaciones, se practicará una cesárea de urgencia.
Antes de iniciar el procedimiento, el médico obstetra se encarga de explicarle en detalle a la embarazada lo que ocurrirá, pues seguramente sentirá dolor, sobre todo cuando el bebé queda por un momento atravesado en el útero. Es importante que la madre esté decidida a someterse a esto, porque sino la maniobra se complicará bastante.
Es preciso destacar que este tipo de maniobra para cambiar de posición al bebé que se encuentra de nalgas, por sencilla que parezca, puede resultar más riesgosa que una cesárea. Si las nalgas están encajadas en la pelvis, será sumamente difícil sacarlas.
El tono de la musculatura del útero, en especial de las madres primerizas, dificulta colocar al bebé en una posición inversa. Además, los fármacos que se usan para propiciar la relajación de los músculos y tornar más fácil el giro sólo son administrados cuando existe amenaza de parto prematuro, ya que pueden producir efectos negativos tanto en la mamá como el bebé.
De todos modos, los médicos evitan realizar esta maniobra por los riesgos que conlleva, inclinándose por una opción más segura: la cesárea.

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