Los kilos de más en el embarazo

Una de las consecuencias más visibles del embarazo es, sin dudas, el aumento de peso. En suma, entre el feto, la placenta, el líquido amniótico, y la retención de líquidos, suelen aumentarse normalmente entre 9 y 14 kilogramos. Aunque, muchas mujeres aumentan mucho más de lo aconsejable.
Por eso, durante la gestación, es muy importante cuidarse del aumento de peso, puesto que el peso del bebé irá a depender de lo que engorde la madre en el embarazo. Generalmente, se suele engordar a razón de entre 1kg o 1.5 kg por mes, siendo absolutamente desaconsejable  engordar más de lo debido, porque puede traer consecuencias para la madre y el bebé. En el caso de la madre, puede sufrir sangrados vaginales y desgarros durante el parto o, incluso, hipertensión. Mientras que el bebé tiene posibilidades de padecer obesidad, huesos del cuello rotos u hombros pegados en el parto.
Por consiguiente, la alimentación de la mujer debe ser sana y equilibrada. Y si para ello se precisa un poco de ayuda, lo recomendable es consultar con un especialista en nutrición.
Algunos consejos que puedes poner en práctica: jamás hay que omitir el desayuno, ya que es la comida más importante del día, es preferible realizar seis comidas diarias, hay que comer de forma moderada y tener mucho cuidado con los “antojos”.
Bajo ningún concepto hay que dejar de comer, nada más alejado de una dieta sana. La falta de nutrientes puede ocasionarle al bebé  retardo en el crecimiento dentro del útero, menor coeficiente intelectual así como mayor índice de mortalidad infantil perinatal.
Durante el embarazo, no sólo la futura mamá aumenta de peso sino que también suele engordar el padre, básicamente debido a los antojos y las comidas copiosas que prepara la embarazada para saciar su hambre.
Si tienes algún tipo de duda, lo más conveniente es que consultes primero con tu médico obstetra, seré él quien evaluará tu peso y quien, de ser necesario, te derivará con un nutricionista.

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Consejos para amamantar de forma adecuada

Para el bebé no es lo mismo tomar la leche del pecho de su madre que del biberón. Esto se desprende del hecho que el bebé no agarra las tetinas del biberón del mismo modo que el pecho de la madre. Por tal motivo, es recomendable que durante sus primeros meses de vida el pequeño tome la leche del pecho materno. Una adecuada succión hará que el organismo de la madre produzca más leche.
Al momento de amamantar, resultan de suma importancia el contacto corporal y la comodidad de madre e hijo. Una mala posición al dar el pecho, así como un mal agarre del mismo, es posible que acarree diversas molestias. El agarre se facilita ubicando al bebé contra la madre, con su cabeza y cuerpo en línea recta, cuidando que su cuello no quede torcido o excesivamente flexionado o extendido, con la cara hacia el pecho y la nariz frente al pezón. Es aconsejable que la madre conserve la espalda recta y las rodillas algo elevadas, sosteniendo la cabeza del bebé con su antebrazo y no con el hueco del codo.
Luego que el bebé se encuentre bien colocado, la madre puede estimularlo para que abra la boca haciendo rozar sus labios con el pezón para después desplazar al bebé de manera suave hacia el pecho. Se debe tener la precaución de evitar que el brazo del pequeño se interponga entre él y su madre.
No resulta conveniente presionar el pecho con los dedos a modo de “pinza» ya que de ese modo se estira el pezón y se impide que el niño pueda acercarse lo necesario para mantener el pecho dentro de su boca.
Por otro lado, no es necesario seguir un ritual estricto de higiene del pecho al momento de amamantar. Tan solo bastará con una ducha diaria y ciertos cuidados básicos de higiene.
Al mismo tiempo, es aconsejable mantener una alimentación sana y equilibrada, suprimiendo determinados alimentos que puedan darle un mal sabor a la leche como es el caso de los espárragos, cebollas y alimentos picantes, así como el alcohol, café y té.

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