Anticoncepción oral durante la lactancia

Es necesario que todas las mujeres sepan que la lactancia puede dificultar el embarazo aunque no evitarlo, puesto que no es un anticonceptivo válido. De modo que para evitar quedar embarazada, es necesario utilizar un método anticonceptivo, recomendado siempre por el médico. Si te inclinas por anticonceptivos orales, éstos no deben contener estrógenos, sino sólo progesterona.
Los estrógenos influyen en la calidad y cantidad de leche, por lo que es necesario evitarlos. La progesterona, por su parte, no afecta de ninguna manera la lactancia. Vale aclarar que la eficacia de la píldora es independiente a si la mujer da el pecho o no, por lo que se la puede continuar tomando luego del destete.
La píldora de progestina o progesterona posee similar eficacia a la combinada para evitar el embarazo. Posee un riesgo de tres embarazos por cada cien mujeres que las toman, siendo en comparación más efectiva que los preservativos, el diafragma o incluso los espermicidas.
Una de las ventajas de esta píldora es que no suele provocar dolor de cabeza. Aunque puede dar hambre, ocasionar sangrado entre los periodos y tiene más restricciones en relación al horario de la toma, de modo que siempre se debe tomar a la misma hora o con un margen no mayor a tres horas. En caso de olvido, lo más conveniente será usar preservativo para evitar la concepción.
La progesterona impide la liberación del óvulo,  modifica el útero y espesa el moco cervical, dificultando de ese modo un embarazo.
Al finalizar el periodo de la lactancia, consulta con tu médico sobre si es conveniente o no cambiar de medicación anticonceptiva.

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Cambios en la pigmentación de la piel en el embarazo

Los cambios hormonales tienen lugar durante la gestación, ocasionan diversos cambios en el cuerpo, uno de ellos es el aumento en los niveles de estrógenos y progesterona, las hormonas que se encargan de estimular la producción de melanina, la sustancia que  pigmenta la piel a  modo de protegerla de los efectos de los rayos ultravioletas e impedir que se produzcan daños en el ADN contenido en el núcleo celular.
Las zonas del cuerpo que más se pigmentan son las pecas y cicatrices previas al embarazo; así como las areolas, pezones, genitales, la línea de alba y cloasma. Tales pigmentaciones van a desaparecer tras el parto.
La línea del alba es una línea oscura, que se extiende desde el pubis hasta el ombligo, y por lo general va acompañada de vellosidad. Esta línea, que aparece alrededor del sexto mes de gestación y que separa el vientre en dos partes, se puede extender incluso hasta el pecho. Puede ser más clara u oscura, variando en cada mujer y entre cada embarazo. Esta línea la tienen todas las mujeres, aunque es casi imperceptible cuando no están embarazadas.
También, se puede padecer hiperpigmentación o manchas en las zonas expuestas al sol, como cuello, frente, sienes, pómulos y en torno a los labios. Dicha variación en la pigmentación de la piel recibe el nombre de cloasma gravídico o máscara del embarazo, y suele ser más frecuente en mujeres morenas. Estas manchas, generalmente aparecen en el segundo mes de embarazo, y se van acentuando a medida que avanza la gestación.
No hay nada que hacer contra la hiperpigmentación durante el embarazo, excepto aplicarse protector solar media hora antes de la exposición al sol, lo cual ayudará a minimizar las manchas. También, es necesario evitar  la exposición directa al sol, en especial entre las 10 de la mañana y las 3 de la tarde.
Tales cambios,  en su mayoría se van corrigiendo paulatinamente después del parto, cuando descienden los niveles hormonales que estimulan la producción de melanina. Aunque en algunos casos pueden demorar en desaparecer hasta un año.

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Falta de aliento en el embarazo

Durante el segundo trimestre del embarazo, las mujeres, además de  ya padecer los cambios hormonales, empiezan a tener cambios físicos notorios, la barriga crece y los órganos comienzan a disponer de menos espacio.
En el caso del aparato respiratorio, éste no será la excepción, puesto que se ve afectado por la progesterona, una hormona que hace que se respire más hondo para expandir la capacidad pulmonar y abastecer de oxígeno al bebé; así como por el crecimiento del útero, empujando el diafragma y apretando los pulmones al expandirse para respirar; y otras hormonas, que provocan hinchazón de los capilares del tracto respiratorio. Todo esto, es algo que la madre puede percibir como una falta de aliento.
Para ayudar a aliviar un poco la falta de aliento es recomendable mantenerse erguida cuando está de pie o sentada, y dormir con varias almohadas. Asimismo, no se deben realizar movimientos bruscos, para evitar acelerar el trabajo del corazón y los pulmones, utilizar vestimenta cómoda y holgada, y hacer ejercicio.
De todas maneras, es necesario mantenerse alerta en caso de poseer grandes dificultades al respirar, pulso acelerado, si sufre mareos y desmayos, dolor en el pecho, o si padece asma. En cualquiera de los casos, es necesario consultar con el médico.
 Esta falta de aliento es muy común que continúe durante todo el embarazo, soliendo mejorar en las últimas semanas de gestación, cuando el bebé se pone en posición para nacer, cediéndole mayor espacio a los órganos, como es el caso del diafragma y los pulmones.

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Diferentes métodos para identificar cuándo se produce la ovulación

Los ciclos menstruales, por lo general, no son tan regulares, debido a que la mujer no siempre posee la regla los mismos días, sino que hay meses que se adelanta y otros en los que se retrasa, entre uno, dos o más días. De modo que no es tan simple saber cuándo se produce la ovulación y cuáles concretamente son los días fértiles.
Para identificar en qué momento va a producirse la ovulación, hay distintos métodos, como la observación del flujo vaginal y la temperatura basal, así como la hormona luteinizante (LH) y la observación microscópica de la saliva o del flujo vaginal.
Durante el ciclo menstrual el flujo vaginal sufre cambios significativos para la mujer. En los días no fértiles, no suele haber flujo, por eso son denominados “días secos”. Mientras que cuando se presenta, tiene una textura densa y de color blanquecino que dificulta el paso de los espermatozoides por el cérvix uterino.
A medida que se aproxima la ovulación, en la mitad del ciclo, el flujo vaginal comienza a adquirir un color más transparente y menos denso, hasta trasnformarse en un líquido. Lo cual indica que es el momento de la ovulación.
Tales cambios tienen lugar por el aumento de los niveles de estrógeno, una hormona sexual femenina que es producida por los ovarios y que regula el ciclo menstrual.
Luego, el flujo nuevamente cambia de textura y se torna más pegajoso, lo que implica que los niveles de estrógeno disminuyeron y, por ende, también el momento fértil de la mujer.
Por su parte, el método de la temperatura basal también es útil para poder determinar el día de la ovulación. Se trata de tomarse la temperatura a diario y a la misma hora con el mismo termómetro antes de levantarse de la cama, anotándola en una tabla que reúna todos los días del ciclo a lo largo de varios meses.
La temperatura basal del cuerpo varía muy poco de una mujer a otra. Normalmente, se sitúa entre los 36.5 y los 36.7ºC previo a la ovulación, y aumenta 0.5ºC luego de la misma. Por consiguiente, los cambios producidos son mínimos, de tan solo décimas de grado. Lo más conveniente es tomarse la temperatura debajo de la lengua o en el recto, según se prefiera, pero siempre en el mismo lugar.
Cuando la temperatura llega al pico, y se sostiene en un nivel más elevado de lo normal a lo largo de unos tres días, es señal de que se ha producido la ovulación. Dicha temperatura, se va a mantener más alta hasta que vuelva a producirse la regla.
El registro de la temperatura se debe iniciar el primer día de la menstruación y mantenerse a lo largo de todo el ciclo. Para medir la temperatura basal, existen termómetros especiales que pueden comprarse en las farmacias, debido a que poseen una división en décimas de grado más sencilla de leer que en los termómetros convencionales.
En tanto que la hormona luteinizante (LH) constituye una proteína que controla la ovulación en la mujer así como la secreción de la progesterona. A través de una prueba de orina, se puede localizar esta hormona entre 24 y 36 horas anteriores a la ovulación. El test, que se adquiere en farmacias, es bastante fácil de utilizar.
Hay otro test farmacéutico que da la posibilidad de precisar los días fértiles de una mujer, el cual se basa en la observación al microscopio de una muestra de saliva o flujo vaginal y en el cambio de las imágenes que se observan en los momentos cercanos a la ovulación. Dicho test, posee la ventaja de poder ser usado varias veces durante un año, de manera que se compra una sola vez y sirve para ser usado todo el año, sin importar las veces que deseemos comprobar la ovulación.
Todos los métodos hasta aquí mencionados sólo representan indicativos de cuándo va a producirse la ovulación, y pueden ser puestos en práctica de manera conjunta o por separado.
Asimismo, puede usarse un sistema de cálculo aproximado de la ovulación contabilizando las tres últimas reglas y los días en las que tuvieron lugar.

Cambios hormonales en el embarazo

Las transformaciones que se producen a lo largo del embarazo se deben, en especial, a cuatro hormonas: progesterona, lactógena, estrógeno y gonadotropina coriónica humana.
La progesterona se halla en los ovarios y en la placenta, y se desarrolla en la pubertad y la adolescencia. Dicha hormona, es la encargada de conservar sujeto el endometrio en el útero, debido a que cuando éste cae se genera la menstruación y, por consiguiente, no habría embarazo.
La hormona que da inicio a todo el proceso es el estrógeno, la cual se ocupa del desarrollo sexual femenino. El estrógeno se encuentra presente en diversas partes del cuerpo, siendo también las responsables de la pigmentación de los pezones, areolas y genitales. Los estrógenos resultan fundamentales al momento de concebir, incluso la placenta la produce para promover el desarrollo correcto de la gestación.
Al mismo tiempo, la placenta genera la lactógena, una hormona que se encarga de estimular las glándulas mamarias para la secreción de la leche materna. También incide en el desarrollo del feto.
Para finalizar, la gonadotropina coriónica humana, conocida también como la hormona del embarazo, cumple la función de administrar los nutrientes necesarios al embrión, al tiempo que estimula la producción de otras hormonas indispensables para éste durante la gestación.