Embarazo y obesidad son dos cosas que no deberían ir de la mano. Si bien el sobrepeso y la obesidad son dos términos bien diferentes; de acuerdo al enfoque que deseamos darle a este post, la situación casi es la misma. Lo que sí está más que claro es que no es lo mismo un embarazo con sobrepeso u obesidad que un embarazo de una persona saludable, con el peso adecuado.
Es una realidad que la población con sobrepeso y obesidad sigue en aumento, y, por supuesto, esto no es bueno ni para quienes padecen dicho problema ni, claramente, para sus hijos.
De acuerdo al primer estudio realizado que asocia el sobrepeso y la concepción, reveló que el 43% de las madres con exceso de peso poseen problemas al momento de intentar quedar embarazadas.
Las posibilidades de concebir un bebé de manera natural van disminuyendo por cada punto que aumenta el índice de masa corporal de una mujer. Para que quede bien en claro, una mujer con un índice de masa corporal de 35, con 1, 60 m de altura y 90 kilos de peso, posee un 26% menos de probabilidades de lograr un embarazo.
Al mismo tiempo, se debe prestar especial atención a la obesidad abdominal, es decir, esa acumulación de grasa localizada en la cintura que puede traer como consecuencia bebés con síndrome metabólico, una afección que se caracteriza por el desarrollo durante la niñez de enfermedades coronarias y diabetes.
La mamás con problemas de obesidad, por lo general son sometidas a césareas, exponiendo al bebé a ciertos riesgos innecesarios y evitables. Si bien no es tarea fácil bajar de peso, una dieta equilibrada y el consejo de un médico especialista serán de ayuda para mejorar las condiciones físicas de la mujer al momento de pensar en buscar un bebé.
Etiqueta: riesgos para el bebé
Riesgos del embarazo superior a 42 semanas
Cuando el embarazo supera las 42 semanas de gestación, por lo general, se debe a un error en el cálculo de la fecha de ovulación lo que lleva a establecer una posible fecha de parto anterior.
Un embarazo humano tiene una duración de 37 a 42 semanas. La causa más común del embarazo prolongado es un cálculo errado al estimar la posible fecha de la ovulación y la concepción, lo que lleva a situar en embarazo en una fecha anterior a la real.
Una de las cuestiones que puede dar lugar a errores en el cálculo de la fecha de ovulación y concepción es que, si bien la ovulación sucede aproximadamente 14 días después del primer día de la menstruación, no son raras las ovulaciones tardías. Un dato a tener en cuenta, cerca del 7% de los bebés nace en la semana 42 o más tarde.
Más allá de dicho error, hay mujeres que tienden a tener embarazos más largos, aunque se desconoce la causa.
Tanto el ginecólogo como la embarazada llevan un control de inicio del embarazo y las semanas de gestación. Establecer con la mayor exactitud posible cuándo ha sido la ovulación y la posible concepción es fundamental para el diagnóstico y el posterior control del embarazo prolongado. En el historial de la embarazada figurará cuando se oyó por primera vez el latido fatal, dato que puede aportar más información para precisar las fechas del embarazo.
Por otro lado, la ecografía es el método más eficaz para diagnosticar el tiempo de embarazo, debido a que permite evaluar el crecimiento fetal y establecer casi con exactitud la edad gestacional.
En cuanto a los riesgos de este tipo de embarazos, la preocupación surge porque están asociados a trabajos de partos más prolongados, con uso de fórceps o ventosas. Por lo que las mujeres corren más riesgos de sufrir traumatismos en un parto vaginal, en caso que el bebé sea grande. En estos casos, lo más probable es que el parto sea por cesárea. Además, un embarazo superior a las 42 semanas hace que las madres tengan probabilidades de sufrir infecciones y hemorragias después del alumbramiento, entre otras cosas.
Con respecto a los riesgos a los que está expuesto el bebé en un embarazo prolongado se encuentra el hecho de que la placenta se va envejeciendo hacia el final del periodo de gestación, dejando de aportar el oxígeno y los nutrientes necesarios.
Asimismo, el volumen de líquido amniótico puede comenzar a bajar, lo que trae como consecuencia que el feto deje de aumentar o incluso llegar a perder peso. Al tiempo que corren el riesgo de aspirar el meconio, primeras heces del bebé en el útero, o dar bajos niveles de azúcar en sangre debido a que el bebé posee pocas reservas de glucosa.