Riesgos del embarazo prolongado

Entre 37 a 42 semanas es lo que dura un embarazo normal. Cuando se sobrepasan las 42 semanas, contando a partir de la fecha de la última menstruación, es considerado un embarazo prolongado y, por ende, de alto riesgo. Dicha situación, ocurre con mayor frecuencia en mujeres menores de 35 años, generalmente madres primerizas.
Normalmente, se aguarda hasta la semana 41 y, en caso de no desencadenarse el parto,  se evalúa a través de ultrasonidos realizar una inducción o una cesárea para evitar futuras complicaciones. Para ello,  se lleva a cabo un seguimiento al estado de salud del bebé, evaluando los movimientos fetales, la frecuencia cardíaca y el funcionamiento de los órganos, entre otras cosas; la cantidad de líquido amniótico, ya que si disminuye  puede provocar trastornos en el feto; el buen funcionamiento del cordón umbilical para asegurar la buena nutrición del bebé, caso contrario habrá sufrimiento fetal; el estado de la placenta, pues si está madura no garantiza la nutrición del bebé, corroborar si el bebé elimina materia fecal (meconio), a través de la observación del líquido amniótico; y la madurez de los pulmones, para verificar si el bebé se encuentra preparado para respirar por sus propios medios.
Mientras no existan problemas en la gestación, se suele aguardar hasta la semana 42 para hacer una inducción del parto o una cesárea. Pasado ese lapso, se corre el riesgo de que el bebé aspire el meconio a sus pulmones.

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Riesgos del embarazo superior a 42 semanas

Cuando el embarazo supera las 42 semanas de gestación, por lo general, se debe  a un error en el cálculo de la fecha de ovulación lo que lleva a establecer una posible fecha de parto anterior.
Un embarazo humano tiene una duración de 37 a 42 semanas. La causa más común del embarazo prolongado es un cálculo errado al estimar la posible fecha de la ovulación y la concepción, lo que lleva a situar en embarazo en una fecha anterior a la real.
Una de las cuestiones que puede dar lugar a errores en el cálculo de la fecha de ovulación y concepción es que, si bien la ovulación sucede aproximadamente 14 días después del primer día de la menstruación, no son raras las ovulaciones tardías. Un dato a tener en cuenta, cerca del 7% de los bebés nace en la semana 42 o más tarde.
Más allá de dicho error, hay mujeres que tienden a tener embarazos más largos, aunque se desconoce la causa.
Tanto el ginecólogo como la embarazada llevan un control de inicio del embarazo y las semanas de gestación. Establecer con la mayor exactitud posible cuándo ha sido la ovulación y la posible concepción es fundamental para el diagnóstico y el posterior control del embarazo prolongado. En el historial de la embarazada figurará cuando se oyó por primera vez el latido fatal, dato que puede aportar más información para precisar las fechas del embarazo.
Por otro lado, la ecografía es el método más eficaz para diagnosticar el tiempo de embarazo, debido a que permite evaluar el crecimiento fetal y establecer casi con exactitud la edad gestacional.
En cuanto a los riesgos de este tipo de embarazos, la preocupación surge porque están asociados a trabajos de partos más prolongados, con uso de fórceps o ventosas. Por lo que las mujeres corren más riesgos de sufrir traumatismos en un parto vaginal, en caso que el bebé sea grande. En estos casos, lo más probable es que el parto sea por cesárea. Además, un embarazo superior a las 42 semanas hace que las madres tengan probabilidades de sufrir infecciones y hemorragias después del alumbramiento, entre otras cosas.
Con respecto a los riesgos a los que está expuesto el bebé en un embarazo prolongado se encuentra el hecho de que la placenta se va envejeciendo hacia el final del periodo de gestación, dejando de aportar el oxígeno y los nutrientes necesarios.
Asimismo, el volumen de líquido amniótico puede comenzar a bajar, lo que trae como consecuencia que el feto deje de aumentar o incluso llegar a perder peso. Al tiempo que corren el riesgo de aspirar el meconio, primeras heces del bebé en el útero, o dar bajos niveles de azúcar en sangre debido a que el bebé posee pocas reservas de glucosa.