Los celos comunes ante la llegada de un hermanito

Ante la llegada de un hermano son muy normales los celos, sobre todo en niños de dos años en adelante ya que son sumamente sensibles a los cambios. Para ayudarles a superar dichos celos, los padres tenemos que hablar previamente con nuestro hijo y dejarle que toque el vientre de mamá. Y, lo más importante, cuando nazca el bebé, es necesario dedicarle más tiempo al hermano mayor para evitar que se sienta desplazado.
Los celos, una combinación de amor y odio muy complicada de tolerar, representan un sentimiento natural. Los cuales pueden expresarse de diferentes maneras, a través de berrinches, llanto, irritabilidad, o mediante otro tipo de acciones, como hacerse pis encima.
Por eso, sin importar la edad que tenga su hijo, los padres deben explicarle a él que va a tener un hermano. No es bueno esconder aspectos tan evidentes como el embarazo, ya que resulta contraproducente.
Hay que dejar al niño que toque el vientre de su mamá. También,  pueden mostrarle fotos suyas de cuando él era pequeño o mostrarle otros bebés para que se vaya haciendo una idea de lo que va a suceder.
En sí, lo que el niño espera es que llegue un compañero de juego y no un bebé. De ahí que resulta indispensable explicarle la diferencia y que tendrá que pasar un tiempo hasta que puedan jugar juntos. 
Para el hermano mayor, el bebé, a quien ve como un invasor de su territorio, demanda mayor atención y el tiempo de sus padres. En estos casos, es conveniente  reservar un espacio para el juego para el hermano mayor, dándole al pequeño un espacio amplio con sus juguetes y enseñándole que hay zonas que deben ser respetadas. Y siempre hay que dejar bien claro que no se permite ningún tipo de agresión.
Al mismo tiempo, los padres deben intentar repartirse el tiempo dedicado a los hijos. De ese modo, mientras uno se dedica al bebé, el otro puede dedicarse a los hermanos mayores acompañándoles en sus actividades diarias.
Si bien al comienzo la llegada de un hermanito es una situación un tanto difícil para el o los hijos mayores, con el tiempo se vuelve una experiencia maravillosa. Lo fundamental es demostrarles mucho cariño, ya que eso les da seguridad y les ayuda a crecer y a ser independientes.

Los niños comen menos a partir del año y medio de vida

Aproximadamente a los 15 meses de edad, puede llegar a suceder que tu hijo coma menos y eso te genere preocupación. Lo que sucede es que a esa edad, disminuyen los requerimientos nutricionales del niño, debido a que dejará de crecer de manera  acelerada, como lo hacía hasta entonces, y por consiguiente necesita menos nutrientes.
De esta manera, la cantidad de alimento que tienen que ingerir es notablemente inferior a la que requerían hasta esa edad., ya que los niños no crecen ni aumentan de peso en la medida que lo hacían antes, durante su etapa de lactantes. A partir del año y medio, comenzarán a crecer más lentamente y, en consecuencia, su apetito será bastante menor.
No obstante ello, los padres pueden llegar a sentirse algo preocupados si notan que el pequeño ya no come igual que lo hacía antes. Por eso, es importante evitar caer en la angustia y malacostumbrarlo. Es decir, si se le da de comer únicamente lo que desea, no sólo perpetuaremos el problema sino que continuará creciendo como un niño que se alimenta poco y mal.
Vale decir que los niños de esa edad, pueden no comer a causa de que no tienen hambre o porque, sencillamente, no cuentan con ganas de hacerlo.
Puede suceder que los niños se nieguen a comer debido a que están atravesando alguna enfermedad, por lo que su decaimiento hace que se les cierre el estómago. Por ejemplo, en caso de estar resfriados, lógicamente van a querer comer menos, porque al presentar dificultades para respirar y tragar, se cansan y comen menos.
Por otro lado, la anemia puede ocasionar inapetencia, por ello es recomendable realizar una consulta pediátrica.
Si hay algo que no se debe hacer es forzarlo a comer, cambiar alimentos por otro, o presionar mucho para que coma. En éste caso el niño podrá interpretar que, utilizando la comida como arma, puede hacer con la familia lo que le plazca, convirtiéndose en una herramienta de verdadera manipulación.