El ultrasonido detectaría el 80% de las malformaciones del feto

Cada vez se registran mayores avances en lo referente a las tecnologías de control y cuidado del feto. En efecto, el dr. Hernan Muñoz, médico ginecólogo y obstetra de la Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología, sostiene que un 80% de las malformaciones del feto podría ser detectado con Ultrasonido, transformándose de ese modo en un elemento importante para la superviviencia del bebé.

Las malformaciones generales del feto podrían detectarse mediante Ultrasonido si se realizan bien los análisis respectivos, pues ofrecen la posibilidad de detectar de manera precoz enfermedades tratables vía intrauterina o preparar tanto a los médicos como a la familia para una cirugía inmediatamente después de producirse el nacimiento en caso que así lo requiera. Este último punto es clave para verificar cuáles son las condiciones concretas del feto, y si existe algún porcentaje de riesgo para el bebé o la madre. Por lo que es necesario que tanto el proceso como las pruebas sean realizadas respetando todos los pasos, para de ese modo obtener la mayor información posible en el menor tiempo. Esto brindará mayores posibilidades de elección y acción frente a cualquier inconveniente que se suscite.

Teniendo en cuenta esto, la Sociedad Internacional de Ultrasonido en Obstetricia y Ginecología publicó en 2011 los lineamientos que rigen para efectuar un examen de ultrasonido de primera calidad. Esta guía de ultrasonido se aplica básicamente a la ecografía del trimestre medio, entre las 20 y 24 semanas de gestación, y ofrece los estándares mínimos para poder detectar patologías fetales en el examen, así como  malformaciones y riesgos de enfermedades maternas durante la gestación.

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Parto de nalgas

Un parto de nalgas se da cuando el bebé no se encuentra en la posición habitual para el parto, es decir, con la cabeza abajo. Aproximadamente a los ocho meses de gestación, no hay mucho espacio en el útero y, en la mayoría de los casos, los bebés maximizan su pequeño espacio ubicándose cabeza abajo, posición que recibe el nombre de «presentación cefálica o de vértice».
En los partos a término, alrededor del 97 por ciento de los bebés adoptan la posición denominada presentación cefálica, y el resto se encuentran mayormente de nalgas.
Hay diversas posturas de nalgas: nalgas francas, cuando el bebé posee las nalgas abajo, con las piernas dobladas y los pies cerca de la cabeza; nalgas completas, cuando tiene las nalgas abajo y las piernas cruzadas estilo indio; y la posición podálica, cuando están uno o los dos pies abajo, preparados para salir primero.
Habitualmente, el médico tiene la posibilidad de conocer en qué posición se halla el bebé al tocar el abdomen de la embarazada, pudiendo así localizar tanto la cabeza como la espalda y las nalgas del bebé. Si con el tacto abdominal no queda bien claro cuál es la posición del bebé, el médico puede optar por realizar un tacto vaginal para poder precisar de ese modo qué parte del bebé se encuentra en la pelvis. De todos modos, en algunos casos puede que necesite hacer un ultrasonido para corroborar la posición del bebé.
Lo más común es que, si el bebé está de nalgas, se le practique a la madre una cesárea, pues esa es la forma más segura de dar a luz. Aunque existen casos en que aun así el bebé nace por parto vaginal.
En la semana 37, el bebé aún se puede dar vuelta por sí solo. Por lo que  previo a realizar la cesárea, se le practica a la madre un ultrasonido para confirmar que el bebé continúa de nalgas.

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Riesgos del embarazo prolongado

Entre 37 a 42 semanas es lo que dura un embarazo normal. Cuando se sobrepasan las 42 semanas, contando a partir de la fecha de la última menstruación, es considerado un embarazo prolongado y, por ende, de alto riesgo. Dicha situación, ocurre con mayor frecuencia en mujeres menores de 35 años, generalmente madres primerizas.
Normalmente, se aguarda hasta la semana 41 y, en caso de no desencadenarse el parto,  se evalúa a través de ultrasonidos realizar una inducción o una cesárea para evitar futuras complicaciones. Para ello,  se lleva a cabo un seguimiento al estado de salud del bebé, evaluando los movimientos fetales, la frecuencia cardíaca y el funcionamiento de los órganos, entre otras cosas; la cantidad de líquido amniótico, ya que si disminuye  puede provocar trastornos en el feto; el buen funcionamiento del cordón umbilical para asegurar la buena nutrición del bebé, caso contrario habrá sufrimiento fetal; el estado de la placenta, pues si está madura no garantiza la nutrición del bebé, corroborar si el bebé elimina materia fecal (meconio), a través de la observación del líquido amniótico; y la madurez de los pulmones, para verificar si el bebé se encuentra preparado para respirar por sus propios medios.
Mientras no existan problemas en la gestación, se suele aguardar hasta la semana 42 para hacer una inducción del parto o una cesárea. Pasado ese lapso, se corre el riesgo de que el bebé aspire el meconio a sus pulmones.

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