Cuando pensamos en la crisis de pronto llegan a nuestra mente muchos casos de niños que tienen que alimentarse con cualquier cosa. No es algo nuevo, ya le ocurrió a nuestros abuelos y a nuestros padres, es la necesidad de supervivencia frente a la escasez de recursos. Un enorme problema para muchas familias españolas a día de hoy.
La peor parte se la llevan los más pequeños de la casa. Este verano, sin ir más lejos, leíamos un informe sobre la cantidad de pequeños de determinadas regiones de España que no ingieren la cantidad correcta de vitaminas ni nutrientes para su correcto desarrollo, ¿estamos por tanto ante un grave problema que debemos solucionar?
Dolor en los pechos, cambios de humor y también flujo vaginal diferente, son algunos de los síntomas a los que te enfrentarás tras dar a luz a tu bebé. Se trata de sensaciones nuevas que se mezclarán con esa nueva responsabilidad que vives entre la euforia y la duda de ¿lo haré bien?
Sin embargo, a todo eso se suma que, si has tenido que dar a luz por cesárea quizá te sientas más adormecida de lo normal e incluso, puedes experimentar nauseas en las siguientes 48 horas de dar a luz. Algo que se puede limitar con algo de medicación recetada por tu doctor, seguramente será lo primero que te recomienden usar.
Anestesia o epidural
Pensemos que se trata de una intervención. La cesárea supone, para empezar, estar más tiempo en el hospital. Lo normal: entre 2 y 4 días, durante los cuales te recomendarán caminar de forma lenta. En estos días, podrías tener alguna pérdida de sangre vaginal, lo mismo que sucede con un parto normal y, de sentir molestias mayores, los especialistas pueden recetarte de forma adicional analgésicos, para evitar dolor.
En cualquier caso, tomar este tipo de medicinas no impide que puedas dar el pecho a tu bebé. Una de las principales preocupaciones de las madres en este sentido. Ya al volver a casa deberás tener una higiene adecuada con la herida, la cual se debe limpiar con agua y jabón neutro.
Además, te pueden recomendar el uso de una faja abdominal los siguientes 30 días. Con ella se reducen molestias a la hora de realizar cualquier tipo de movimiento que suponga estiramientos abdominales importantes. Cualquier cosa que antes hacíamos sin pensar, pero que ahora, podría resultar un poco doloroso para la nueva mamá.
Relaciones sexuales y actividad física
Si quieres mantener relaciones sexuales con tu pareja, después de una cesárea se recomienda esperar 45 días. Tiempo suficiente para estar recuperada. En cuanto al deporte, no es tan concreto el tiempo de espera, lo recomendable sería esperar a tener el alta médica y comenzar con gimnasia de forma progresiva, con el fin de recuperar de forma paulatina la movilidad del abdomen y que la musculatura regrese a su lugar.
Lo más importante: ejercitar la contracción del piso pelviano, que debe recuperar su tonicidad y su sostén. Tengamos en cuenta que, aunque el bebé no llegó a pasar por el conducto normal, se ha visto afectado durante el parto y el embarazo, por lo que es recomendable su cuidado y mantenimiento.
Se trata de un signo de alerta para muchos padres, especialmente durante los primeros meses. Es por eso que se recurre con frecuencia al pediatra para evaluar a qué es debido. Una de las principales causas estaría en la lactancia, podríamos no estar haciendo las cosas correctamente, y cuanto antes se nos enseñe como enmendar el fallo, antes pondremos remedio y el recién nacido comenzará a engordar.
El problema vendría si la pérdida de peso se relaciona con una enfermedad, por ello siempre se aconseja descartar esta posibilidad acudiendo a los que más saben: los expertos. En cualquier caso, vamos a tratar de ofrecerles unas claves para evitar preocuparse de más.
Qué debemos saber, sobre todo las madres primerizas
La leche no sube hasta que pasan tres días desde el nacimiento, hasta entonces la madre generará una sustancia denominada calostro, rica en oligoelementos. En principio el pequeño no necesita más, pero si observamos que pierde peso, podría ser porque no producimos la suficiente cantidad.
Algo que solventaríamos con un suplemento de leche artificial, al menos en esos primeros días de vida en donde no contamos con la leche normal. En cualquier caso, el peso de nuestro bebé puede estar situado entre los 2.500 y los 4.000 gramos, dependiendo de las dimensiones que tenga y, lo normal, es que pierda un 10% de su peso en esos primeros dos o tres días de vida, por lo que aquí no sería necesario consultar a ningún profesional. Estaría dentro de lo normal.
Lo que no sería normal sería, por ejemplo, que el recién nacido rechace las tomas, presente fiebre o tenga vómitos de forma repetida. Aquí el problema podría ser mayor, por lo que acudir al pediatra sí sería recomendable.
Necesitamos cambiar de postura
En ocasiones el lactante no toma suficiente alimento, Es por eso que debemos vigilar cuántas veces moja el pañal. No sería recomendable menos de cinco. Además del número de deposiciones. Al menos debería hacer una cada 48 horas.
En estos casos, la solución puede encontrarse en cambiar la postura del bebé para que agarre mejor el pecho, y pueda comer con mayor facilidad. Pensemos que tanto él como nosotras estamos aprendiendo, y lo normal es que al principio cometamos errores por novatos, pero no se trata de nada que no haya pasado antes ni que tenga una solución completa.
Una cifra que puede servirnos de referencia, sería que el pequeño debería aumentar de peso entre 140 y 150 gramos cada semana.
Cuando somos madres, los primeros momentos a la hora de alimentar al pequeño son críticos. A veces nos desesperamos porque no conseguimos que se enganche bien al pecho, otras no sale leche y supone dolor para la madre y otras, a pesar de que el niño consigue mamar, no lo hace lo suficiente. Son algunas de las situaciones en las que se recomendará el uso de pezoneras.
Se trata de un sistema que pretende ayudar al pequeño a alimentarse, aunque no suele ser el primer recurso de las madres. Y es que, si son primerizas, los dolores y la escasez de leche irá pasando según el bebé se consiga colocar bien en el pecho a la hora de succionar.
¿Por qué podría ser necesario que la utilizase?
Con las pezoneras el niño se agarra mejor al pecho de la madre. Es por eso que se comienza a recomendar su uso, cuando se dan las citadas situaciones. Esto evitará que tengamos que recurrir a otros métodos. Además, ofrece al recién nacido un estímulo muy satisfactorio a la hora de alimentarse.
La razón es que ofrecen un estímulo claro en el velo del paladar, y eso invita al pequeño a succionar de forma más efectiva y segura. Además, la pezonera predispone al bebé para luego ser alimentado con biberón, así que, aunque nos parezca un fastidio en los primeros momentos, como todo, también tiene sus ventajas.
Si comenzamos a utilizarla lo que tenemos que vigilar es la producción de leche y la ganancia o no de peso por parte del pequeño. ¿Cómo hacerlo? Primero llevando la cuenta de los pañales que moja el bebé y después revisando la pezonera una vez que termine de comer el niño.
En ocasiones, los expertos pueden recomendarle también que se extraiga leche después de amamantar a su hijo. Se trata de asegurarse un complemento o suplemento, por si no fuese suficiente lo que succiona el pequeño directamente del pecho.
Tipos de pezoneras
Normalmente las pezoneras son de silicona, mucho más delgadas y suaves que las que se utilizaban hace años de caucho. La idea es que se acople al pezón de la madre de la forma más cómoda posible para ambos, pero sobre todo para el lactante.
Para escoger la más adecuada, deberá tener en cuenta el largo y el ancho de la punta que tiene la pezonera, que es lo que se acoplará al pezón. El largo, deberá acoplarse a la boca del bebé, pero no se pase, porque podría producirle nauseas.
Ana Casas Broda retrata, a través de 112 imágenes, todos los aspectos de la maternidad. Partiendo de la fecundación, pasando por el nacimiento y terminando en los lazos que se desarrollan con los hijos. Amor, miedo, deseos, alegrías y tristezas, una mezcla de sensaciones que llegan de forma directa al espectador.
Es parte de su vida personal, por lo que podemos considerarlo una forma de desnudarse ante su público. Las fotografías, tomadas entre 2006 y 2011, están acompañadas por textos con experiencias en primera persona, desde cómo afrontó la separación de sus padres hasta los cinco tratamientos de fertilidad a los que tuvo que someterse para conseguir quedarse embarazada de sus dos hijos, Martín y Lucio.
Historia personal…
Cinco años para retratar emociones y vivencias que Ana Casas Broda ha experimentado en sus carnes. Por eso, no es de extrañar que se muestre a sí misma desnuda en algunas instantáneas, como tratando de desvelar esos mágicos lazos que unen a madre e hijos desde que son concebidos.
El segundo de sus nexos para argumentar esta obra gira en torno a la casa. Ese lugar en el que somos nosotros mismos, donde no nos escondemos, donde nos sentimos seguros y a salvo. Es por eso que los retratos se realizan en ambientes cotidianos, del día a día, para resaltar que las emociones que tratan de transmitirnos no son tan ajenas, sino algo muy cercano que podemos palpar, con solo extender la mano.
Sin embargo, su palabra impresa bajo las propias fotografías de su vida y sus deseos, son esa guinda que endulza del todo el pastel que es Kinderwunsch. Un pedazo de pastel que no deja indiferente y del que quieres más, porque necesitas saber más y más de la historia.
… plagada de antagonismos que son parte de un todo
No en vano, se basa en antagonismos que pueden al principio, descolocarnos: embarazo o infertilidad, deseos y realidades a las que ella misma tuvo que enfrentarse y que llegarán de forma clara a cualquier madre o mujer que se pare a contemplar su trabajo. Una trayectoria profesional que ya cuenta con treinta años a las espaldas como fotógrafa.
Por cierto, que el nombre, Kinderwunsch, hace referencia a la unión alemana de palabras “niño” y “deseo”. Los principales motores que argumentan el discurso de esta muestra, que presenta La Fábrica.
Una de las primeras cosas que nos enseñan, cuando somos madres, es que tenemos que controlar y cuidar la temperatura de nuestro bebé. La vigilamos con celo y tratamos de que se encuentre lo más calentito posible en todo momento. En el instante en el que cambia la estación y comenzamos a salir con él a la calle, solemos envolverle en mantas para asegurar su calor.
Es parte de lo que ellos necesitan. Lo mismo que a la hora de echarse la siesta, como cualquier persona, su temperatura corporal tiende a bajar y se encuentran mucho más seguros y confortables con una manta encima. Sin embargo, cuidado, ahora descubrimos que puede perjudicar el desarrollo de nuestro pequeño.
¿Por qué es un riesgo?
Según un estudio del Hospital de la Universidad de Southampton, en Gran Bretaña, existe el riesgo de que altere el desarrollo natural de su cadera, ya que se restringe el movimiento del bebé al estar envuelto en un tejido. Además, podemos sobrecalentarlo, algo que tampoco resulta adecuado.
Esta idea choca de forma frontal con la concepción tradicional de que al envolver a nuestro bebé en una manta, simulamos la sensación de estar aún en el vientre materno. Una estrategia para favorecer su sueño y descanso, a la vez que calmamos llantos y malestar provocados por los cólicos del lactante.
Quizá, por tanto, el mayor problema radica en la forma en la que envolvemos a nuestro pequeño, ya que podemos dejar limitada la posibilidad de estiramiento de sus extremidades inferiores. Ya sabemos que lo habitual es que los bebés cambien mucho de postura y que se estiren con frecuencia, es parte de lo necesario para ir desarrollándose de forma natural.
La cadera podría verse afectada
La consecuencia de perjudicar esto sería que la cadera podría no desarrollarse debidamente. Así lo manifiestan expertos en un artículo reciente publicado por «Archives of Disase in Childhood».
Para evitarlo, lo que tenemos que tener en cuenta es que lo saludable es que el bebé pueda doblar hacia arriba sus piernas y hacia fuera en lo que se refiere a sus caderas. Por lo que envolverle con caderas y brazos pegados sería un error y bloquearía el movimiento normal y natural del pequeño en sus momentos de sueño.
En cuanto al sobrecalentamiento, es algo que también debemos vigilar con cuidado ya que podría provocar la muerte súbita de nuestro pequeño. No quiere decir por tanto que tengamos que someterle a frío por no arroparle, sino que la manta debe permitir el movimiento y no ser demasiado gruesa para la época del año en la que nos encontremos.
Quedarse embarazada supone cambios y sensaciones nuevas que muchas mamás no saben interpretar, sobre todo, si son primerizas. Es por eso que es muy importante saber qué síntomas son claves para saber si estás o no embarazada.
Algo importante que deben saber las lectoras de este blog, es que en muchos casos se trata de síntomas que pueden confundirse con otras dolencias, con lo que resultan complicados de detectar a primera vista, sobre todo en los primeros meses.
Sensaciones más comunes
En el momento en el que el embrión se implanta en el útero es habitual que la futura mamá sienta dolores abdominales, similares al cólico y a la menstruación. Esto sucede porque los ligamentos se estiran más de lo normal y eso repercute en molestias en el vientre y en el costado.
También podemos notar gases y una leve hinchazón, en parte por la disminución del ritmo intestinal y el estreñimiento. Esto puede ir acompañado de náuseas y vómitos, en la mayoría de los casos por la mañana, por las variaciones hormonales que vivirá nuestro cuerpo durante el embarazo.
Atención a la sensibilidad de las mamas y al desarrollo del sentido del olfato. Es posible que las premamás sientan con mayor intensidad los olores y algunos les generen rechazo, igual que algunos productos y alimentos. ¿Quién es la causante de todo esto? La responsable es la hormona gonadotropina coriónica, que puede llevarnos a detestar el producto por el que antes sentíamos pasión.
Un cansancio mayor al habitual
Además de todo esto, cuando estamos embarazadas es habitual tener una sensación de cansancio más acusada, además de somnolencia, hecho que sucede porque el gasto de energía es mayor.
Por otro lado, es habitual que exista una disminución de la presión arterial, lo que sucede por la vasodilatación, también debido al cambio hormonal que estamos experimentando durante esta experiencia.
Y cuidado para aquellas mujeres que tienen la tensión baja, porque pueden sufrir una bajada de tensión, lo que conllevaría mareos o desmayos, aunque normalmente se pueden controlar sin mayores complicaciones.
En cualquier caso, no hay que obsesionarse con las sensaciones que experimentemos durante los nueve meses de gestación, digamos que mientras sean normales no hay que preocuparse. Sin embargo, en caso de sentir mayor intensidad, la recomendación que les hacemos es acudir a un profesional y consultar con él, cuanto antes mejor.
Una de las principales cosas que vigilamos al tener un bebé, son sus horas de sueño. Siempre nos dicen que hay que tenerlas muy presentes y respetarlas, para asegurar un buen desarrollo y una buena salud en nuestro pequeño. En ocasiones llegamos a obsesionarnos porque no consiguen dormir más de un tiempo recomendable, se despiertan inquietos o no terminan de coger un sueño profundo.
Aquellas mamás a las que les pase esto, pueden sentir cierta curiosidad por este artículo. Y es que, según un estudio, aquellos bebés menores de cinco años que duermen menos de 10 horas durante la noche, son más propensos a desarrollar obesidad o a tener sobrepeso cuando sean mayores.
¿Qué pasa con las siestas entonces?
A pesar de que sus siestas sean regulares y esté dormido una o dos horas, ese tiempo, digamos, no computa para las 10 horas que los expertos consideran necesario para poder equilibrar su metabolismo.
La razón no es otra que siesta y dormir por la noche, no cumplen realmente las mismas funciones para el organismo. Un ejemplo: la primera puede servir como reductor de estrés, mientras que la segunda sirve a unas funciones regeneradoras y biológicas mucho más complejas.
Así lo recoge un informe publicado por la revista Archives of Pediatrics & Adolescent Medicine, en donde aseguran que, si conseguimos controlar sus tiempos de sueño, podemos prevenir en gran medida que tienda a ser gordito.
¿Cuánto debe dormir entonces mi bebé?
Según el estudio, un bebé de un año debería dormir entre 13 y 15 horas durante la noche. Un tiempo que se va reduciendo progresivamente en años posteriores. Así, cuando tienen menos de cinco años, su necesidad real de descansar por la noche estaría entre 11 y 13 horas.
Y, atención para las escépticas, el porcentaje que han obtenido tras el estudio, de los niños con mayor riesgo de obesidad por no dormir esas horas es del 80%. Por tanto, parece que estaría bastante relacionada una cosa con la otra, algo que no sucede en otros estudios.
Cuando viajamos con niños pequeños debemos tener en cuenta que siguen ritmos diferentes a los nuestros, por mucho que queramos adaptarlos a nosotros, se cansan y se aburren con facilidad, sobre todo, al no estar en su ambiente.
Es por eso que, si queremos disfrutar con ellos y no acabar desquiciados, debemos plantear nuestro tiempo de vacaciones con espacio dedicado a ellos y a sus gustos. Acudir a algún parque de atracciones, dedicarles tiempo en la piscina y evitar extendernos en el tiempo nocturno.
Mejor tiempo para viajar con niños
Está claro que el buen tiempo anima a que los pequeños de la casa quieran disfrutar de estar en la calle, en los parques o jugando con el agua. Son meses en los que además, resulta fácil coincidir en el lugar de vacaciones con otros niños, con los que se relacionen y puedan jugar de forma más independiente.
Un impulso para que desarrollen un carácter abierto y extrovertido. Por eso, debemos hacerles sentir seguros a la hora de jugar con otros pequeños que no conozcan demasiado, y tratar de que compartan juguetes y experiencias.
Sin embargo, si optamos por viajar en otoño o invierno, tengamos en cuenta el hecho de que anochece antes y de que quizá no encontremos tantos compañeros de juegos para ellos, por lo que serán unas vacaciones mucho más ligadas al horario de los niños.
La expectativa de un día especial para ellos
Muchos niños sienten ese despego que provoca viajar a un lugar que no conocen, por eso parece recomendable planificar un día en el que sean los protagonistas. Se les puede animar situándolo en medio del planing, para que no tengan que esperar al último día.
El plan, háganlo con ellos. Organicen dónde van a ir, infórmenles para que conozcan las virtudes del lugar al que queremos llevarles y fomenten esa expectativa de forma sana. Una buena forma es que hagan con ellos una cuenta atrás en el calendario o cualquier otro juego para crear en ellos la expectativa.
Pensemos también que, cuanto más crecen más independientes se vuelven. Crean sus grupos de amigos y realizan sus propios planes, por lo que unas vacaciones familiares en ocasiones no resultan tan apetecibles como nosotros querríamos.
Sea como fuere, siempre es bueno que las cosas que hagamos con ellos sean del agrado de todos y que podamos disfrutar en familia, al menos, de unos días juntos.
Cuando tenemos un hijo, lo que más deseamos es que no esté solo. Es por eso que muchas parejas se plantean la posibilidad de darle un hermanito o hermanita. Alguien con el que pueda crecer, jugar y aprender, que le proteja y le anime cuando las cosas no salgan bien y que sea su amigo y compañero.
Sobre todo por una idea muy extendida, que los hijos únicos son menos sociables que los que tienen hermanos. Sus hábitos de juego, la necesidad de compartir, el hecho de enfrentar caracteres desde pequeños, son claves que favorecen una predisposición a la interrelación personal. Pero, ¿hasta que punto es cierta la afirmación que nos ocupa?
Crear familias más allá de la línea de sangre
Aprender a confiar en el otro. Una pata importante para los niños que debemos fomentar desde que son pequeños. La idea es que no vean al otro como un rival ni un adversario que trata de captar la atención de los demás, sino como un igual. Alguien con el que compartir mi rato de juego y de disfrutar con su compañía.
El ser humano está diseñado para no estar sólo, pero los niños aún no lo saben. Les gusta ser el centro de la atención de sus padres y por eso un hermano puede crear una fricción que, de hecho, es necesaria en la vida actual.
Sin embargo, no está comprobado que un hijo único sea menos sociable, más callado e introvertido que alguien que tiene hermanos. Depende de la educación y del propio carácter del niño. Pensemos que, el hecho de que tenga hermanos le ayuda a desarrollar su hábito de juego en los primeros años, y también en momentos en los que salen de su ambiente natural, como pueden ser las vacaciones.
Pero más allá, cada uno de los hermanos tiene su círculo de amigos y sus relaciones. Es por eso que a veces son totalmente diferentes, su carácter se ha forjado así, y no por tener a un hermano cerca son más sociables.
De hecho, han hermanos que, por la propia necesidad de protagonismo de uno, crea en el otro esa conciencia un poco de ser el menos atendido, el más desfavorecido en ese sentido, y se vuelve más introvertido con el tiempo.
Al final, lo que de verdad importa a la hora de tener un hijo es saber que puedes darle lo que necesita, que estará protegido y que se sentirá querido. Luego tocará la aventura de aprender a volar solos y ahí, aunque le podamos aconsejar y ayudar, a la larga él será el que tome sus decisiones y escoja a sus compañeros de viaje.