Al contrario de lo que suele pensarse, la fiebre no constituye en sí misma una enfermedad sino que más bien es un síntoma que puede acompañar a diversas enfermedades. En concreto, la fiebre representa un sistema de defensa mediante el cual el organismo supera los valores normales de temperatura en pos de intentar combatir tanto a los virus como bacterias. De esta manera, cuando la fiebre sube está indicando que algo anómalo está ocurriendo en el cuerpo.
Según los especialistas, cuando la temperatura corporal supera los 38º se considera que la persona tiene fiebre. Pero es preciso destacar que, a pesar que en general la fiebre está asociada a un proceso infeccioso, las causas de su aparición pueden estar ligadas a quemaduras, insolaciones, entre muchas otras.
Más allá de la fiebre, lo esencial es verificar cuál es el estado general del pequeño. Para poder bajar la fiebre es necesario cuidar que la habitación se mantenga bien ventilada y fresca, así como dejar al niño con ropa ligera y darle baños con agua tibia. Asimismo, es necesario que el niño beba mucho líquido, para que no haya riesgo de deshidratación, suministrándole antitérmicos sólo en los casos en que el cuadro febril le genere malestar al niño.
Es importante saber que la temperatura en los bebés por lo general es 1 grado más que la de los adultos. La misma puede variar en función del sitio donde se coloque el termómetro. Así, por ejemplo, se considera fiebre cuando la temperatura rectal o del oído es mayor de 38º, cuando la temperatura oral supera los 37,5º o cuando la temperatura axilar sobrepasa los 37,2º. Comúnmente, los médicos suelen recomendar tomar la temperatura rectal, porque arroja resultados más fiables.
En cuanto a los termómetros, hay de tres tipos diferentes: de oído, de mercurio y digitales. También hay cintas termómetro, aunque estas no son del todo fiables. En caso de usar un termómetro de mercurio, antes de colocárselo al niño, es necesario agitarlo hasta que baje el mercurio.
Lo que no debe hacerse
En ningún caso hay que administrarles antibióticos a los niños con fiebre, porque la misma no siempre indica la existencia de una infección sino que puede ser provocada también por un virus. De ser así, los antibióticos podrían acabar siendo contraproducentes. El uso de aspirina también está contraindicado.
Tampoco hay que frotarle alcohol al niño, porque puede provocar intoxicaciones si es absorbido por la piel.
Si el niño presenta un cuadro febril, será necesario entonces consultar con el médico para que se encargue de evaluarlo y recetar algún medicamento según el caso.
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La fiebre ayudaría en el proceso de recuperación a los niños
Según la teoría de una pediatra estadounidense, la fiebre ocasionada por determinadas enfermedades, si son correctamente controladas y no son peligrosas, ayudan a los niños afectados a recuperarse.
Se considera fiebre cuando la temperatura corporal sobrepasa los 37,5º, por lo que los padres deben permanecer atentos puesto que puede estar indicando una enfermedad. Si la temperatura del niño es mayor a los 40º es importante concurrir inmediatamente a un centro de salud para su asistencia.
Durante la etapa de la infancia, las fiebres altas son muy habituales a causa de diversas enfermedades, pero al parecer les serviría de ayuda para recuperarse, mediante sensaciones de fatiga que lo inducirían a descansar y dormir más, lo cual resulta clave para que la enfermedad pase y los remedios hagan efecto.
Ante la fiebre elevada de los pequeños, los padres se preocupan y consultan con el médico para poder bajar la temperatura, porque la consideran peligrosa. Pero, según parece, lo que buena parte de los padres no logran darse cuenta es que muchas veces la fiebre no es negativa para el niño, sino todo lo contrario pues lo ayuda a quedarse en la cama, agilizando de ese modo la recuperación, sobre todo en aquellos casos de enfermedades virales. Incluso, estudios anteriores ya daban cuenta de que no hay que combatir la fiebre porque los remedios que se emplean para bajar la temperatura en ocasiones extienden el proceso de recuperación.
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Cómo actuar ante la fiebre en los bebés
Uno de los temas que suele preocuparnos a todos los padres es la fiebre en los bebés, la cual representa un síntoma de diversas enfermedades infantiles.
La fiebre es un mecanismo de defensa que posee el organismo ante el posible ataque de gérmenes patógenos. De manera que lo principal no es bajarla, pues de ser así se alteraria el proceso de defensa, sino más bien detectar lo que la causa. No importa cuánta fiebre tenga tu niño, siempre hay que consultar con el médico.
Según el protocolo médico, hasta 37,5 ºC se trata de febrícula y no necesita ser tratada con medicación. De 38 ºC a 39 ºC se considera fiebre moderada, la cual se debe bajar con los fármacos prescriptos por el profesional médico. Mientras que si el pequeño tiene 39 ºC o más, se la considera fiebre alta, por lo que es necesario bajarla y consultar con prontitud con el pediatra.
En el caso de los recién nacidos y bebés menores de 3 meses, como aún no regulan bien la temperatura corporal, puede que ésta les suba, por ejemplo, ante algún berrinche o el exceso de ropa en su cuna. Por lo que primero es necesario corroborar que la temperatura del ambiente no sea excesiva y, de ser necesario, quitarle un poco de ropa. Hay otros factores que pueden influir, como la aplicación de una vacuna, la leche del biberón caliente o si ha estado mucho en brazos. Si nada de esto puede aplicarse a tu bebé, entonces debes consultar con el médico para que le realice las pruebas necesarias para identificar el problema, siendo las infecciones respiratorias, urinarias y la otitis las causas más frecuentes.
Pasado el tercer mes de vida, el sistema inmunológico del bebé comienza a madurar, al tiempo que cuenta con el respaldo de las vacunas. Aunque no hay que confiarse de ello, por lo que si el pequeño tiene fiebre no debes dejar de consultar con el médico.
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Cómo mantener hidratados a los bebés en verano
Las elevadas temperaturas que se suscitan en el verano, hace que se deba prestar mucha atención en la hidratación de los bebés.
Según los especialistas, una deshidratación leve puede llegar a generar en los adultos, entre otras cosas, cansancio y falta de concentración. Motivo por el cual es necesario tomar todas las precauciones con los bebés.
Durante los meses de calor, el organismo de los bebés, y en especial de los recién nacidos, no tienen la capacidad de regular la temperatura corporal, lo cual aumenta los riesgos de padecer síntomas tales como vómitos, fatiga y náuseas, entre otros. Por eso, los padres deben extremar los cuidados para evitar una posible deshidratación en los bebés, aumentando las tomas de leche, ya sea materna o de fórmula, ya que es el líquido que necesitan los pequeños para mantenerse correctamente hidratados.
Además, para tolerar las intensas olas de calor, lo más conveniente es darles un baño con agua tibia, vestirlos con prendas ligeras, si son de algodón mejor, o dejarles tan sólo con el pañal, protegiéndolos siempre de los rayos del sol, sobre todo durante las horas de mayor calor. También, es necesario evitar que los pequeños pasen mucho tiempo en el cochecito, siendo preferible optar por las sillas de paseo ya que posibilitan un mejor paso del aire.
Como los bebés no saben reconocer ni tampoco manifestar que tienen sed, es fundamental amamantarlos cada un lapso de dos horas o darles el biberón con leche de fórmula cada tres horas.
Al mismo tiempo, hay que evitar exponer al bebé tanto al ventilador como al aire acondicionado, puesto que el aire que es desprendido por dichos aparatos puede hacer que se enferme.
La piel debe permanecer siempre hidratada, pues la sudoración excesiva puede llegar a producirle irritación de las áreas corporales más sensibles.
En caso de presentar algunos de los síntomas antes descritos, será necesario consultar con el médico para descartar la existencia de cualquier problema.
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Ahora se puede medir la temperatura con el iPhone
Tanto las mamás como los papás acostumbran controlar la temperatura corporal del bebé pues es común que se presente con frecuencia fiebre en el bebé. Para ello, ahora existe un dispositivo que se añade al móvil iPhone, que a través de una aplicación permite medir la temperatura corporal usando el aparato. Se trata del ThermoDock de Medisana, que funciona con infrarrojos y sin necesidad de entrar en contacto con la piel del pequeño.
De este modo, con sólo colocar el móvil con su accesorio a tan solo cinco centímetros de la frente del bebé es posible obtener su temperatura inmediatamente, para saber si tiene fiebre, sin necesidad de despertarlos o molestarlos.
Al mismo tiempo, este novedoso accesorio permite guardar registros de las tomas de temperatura, de una o más personas, para el caso de aquellos que tengan más de un hijo, y monitorearlos fácilmente.
Por otro lado, el ThermoDock también permite tomar las temperaturas de elementos sólidos y líquidos, así como de la superficie del ambiente.
Aunque su coste es un tanto elevado: 79,95 euros, no existe mucha diferencia si consideramos que un termómetro infrarrojo vale en promedio entre 40 y 50 euros.
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Síntomas que ponen en riesgo la vida de un recién nacido
Según lo publicado en la revista The Lancet, la primera semana de vida del bebé es la etapa en que se producen más muertes infantiles. Dicha afirmación se desprende de una investigación que realizó esa publicación, a través de la cual se precisaron algunos síntomas que sirven para diagnosticar a tiempo enfermedades que pueden ocasionar el fallecimiento del bebé en su primera semana de vida.
Uno de los síntomas de los que hace referencia la investigación se centra en la dificultad del recién nacido para alimentarse. Por ello, si el bebé regurgita demasiado, debido a que poseen un exceso de ácido estomacal, o posee abundante moco espumoso en la boca, pueden ser un síntoma que indique la presencia de una enfermedad denominada atresia y fístula, la cual se desencadena cuando el esófago y la tráquea no se encuentran del todo desarrollados.
Por su parte, las convulsiones pueden ser síntoma de que el pequeño sufre de epilepsia así como de algún trastorno neurológico.
También, cuando el recién nacido presenta letargo, es decir, cuando solamente se mueve al ser estimulado, puede estar indicando diversas enfermedades, como por ejemplo la hipoglucemia, la cual se desata cuando la cantidad de glucosa en la sangre se encuentra por debajo de lo normal.
En cuanto a la temperatura corporal, si ésta es igual o mayor a 37,5 grados puede suponer alguna enfermedad o infecciones; mientras que si se sitúa por debajo de los 35,5 grados también es peligroso en especial si se trata de bebés prematuros.
Si la respiración es igual o mayor a 60 alientos por minuto, no es un buen indicador. La tasa de respiración de un bebé es de 40 alientos por minuto, por lo que se si el bebé mantiene una respiración agitada gran parte del tiempo es un síntoma que necesita ser estudiado por un profesional médico ya que el pequeño podría padecer algún problema respiratorio.
Por último, la investigación publicada por The Lancet señala que en caso que el pequeño posea una retracción grave del esternón da cuenta de la existencia de una dificultad en la inhalación del oxígeno, por la cual se retrae el tórax hacia las costillas por debajo del esternón o por encima de la clavícula.
Cómo darse cuenta si el bebé está bien abrigado
A veces, a las madres, sobre todo las primerizas, nos cuesta darnos cuenta si el bebé está bien abrigado o no. Por eso, para saber si un recién nacido se halla abrigado de manera apropiada, no alcanza con tocar sus manos o pies, debido a que estos suelen encontrarse fríos a causa de la inmadurez de su aparato circulatorio. Siempre las piernas, los brazos o el cuello nos irán a indicar mejor su temperatura corporal. Un dato a considerar, cuando hace calor, es preciso observar su sudoración.
La mayor parte de los bebés, por lo general, tiene las manos y los pies fríos, ya que su circulación sanguínea aún no se encuentra del todo desarrollada. De todos modos, esto no quiere decir necesariamente que el bebé sienta frío.
El mejor modo de averiguar si precisa más abrigo reside en tocarle las piernas, los brazos o el cuello. A su vez, la pérdida de color en las mejillas también puede ser un indicativo de que el bebé está teniendo frío.
Al contrario de lo que se cree, no deben abrigarse en exceso a los bebés, porque su cuerpo puede sufrir la pérdida de la capacidad de adaptación a las variaciones de temperatura y, en consecuencia, resfriarse más fácilmente.
En vez de una sola prenda muy abrigada, resulta conveniente vestirle con varias prendas de menor grosor, porque entre ellas se irán a formar capas aislantes y el bebé se sentirá más abrigado. Por consiguiente, si la temperatura asciende, podrá quitársele de a una las prendas sin necesidad de cambiarle toda la ropa.
En los meses de calor, es conveniente vestir al bebé con prendas de algodón que, además de ser livianas, equiparan los cambios de temperatura.
El calor excesivo puede hacer que el bebé posea la cabeza sudorosa o que se le vea apático y decaído. De ser así, lo mejor es llevarle a una habitación fresca, sacarle la ropa y hacerle beber mucho líquido. Si, a pesar de ello, continúa igual, es fundamental consultar con el pediatra de inmediato.