Vivir la experiencia de un segundo embarazo

En el segundo embarazo, la madre se encuentra más preparada tanto física como psicológicamente. No obstante, el desarrollo del embarazo y el parto no son iguales al primero, por lo que existen ciertos aspectos que es preciso tener en cuenta.
Los trastornos típicos del embarazo disminuyen a causa de que los tejidos poseen mayor elasticidad. Incluso, el dolor de espalda, al igual que las náuseas, la ciática o los problemas de circulación en las piernas, puede que aparezcan de manera diferente.
Además, el trabajo de parto suele ser más liviano. Por lo general, si para un primer hijo es posible que transcurran hasta 24 horas desde el inicio del trabajo hasta el parto, para el segundo, el tiempo se acorta a la mitad. La fase de dilatación generalmente es más breve ya que el cuello uterino se borra con rapidez. A su vez, las paredes vaginales se encuentran más distendidas y con mayor elasticidad.
Por su parte, el parto normalmente es más corto también debido a que el tiempo de adaptación del cuerpo de la mujer disminuye, puesto que el cuello del útero y los tejidos circundantes se hallan más blandos, facilitando así la dilatación y la expulsión del bebé. Al mismo tiempo, la mujer ya sabe cómo pujar, por lo que colabora mejor con el ginecólogo.
Por otro lado, en un segundo embarazo la barriga se nota antes, porque los músculos del abdomen están más relajados y se adaptan antes a los cambios del embarazo; los movimientos del bebé se perciben alrededor de la semana 14 de gestación, siendo que en las madres primerizas esto no ocurre hasta la semana 20 o 22; normalmente se adelanta la fecha de parto,  a causa de que el cuello del útero se halla más blando y le cuesta más permanecer cerrado hasta el final de la gestación; y hay menores posibilidades de episiotomía,  por la correcta distensión del tejido del periné.
En cuanto a la lactancia, como el pecho y los pezones se encuentran más curtidos y la piel posee menos sensibilidad,  la madre se adapta con mayor seguridad a las necesidades de su bebé.
Además de todas estas ventajas, en el segundo embarazo tienen lugar algunos inconvenientes. Por un lado, el útero demora más en regresar a su tamaño original por la distensión muscular. Asimismo, recuperar la línea no es tan fácil como la primera vez, aunque con  la ayuda de una dieta sana y ejercicio, el cuerpo vuelve a su peso anterior.
Por último, el cansancio es más notorio, ya que dormir pocas horas y de manera interrumpida por la lactancia y, a la vez, atender al hijo mayor genera un mayor cansancio.
De todos modos, más allá de todo esto, un segundo embarazo, aunque es bien diferente al primero, representa una experiencia maravillosa que vale la pena vivir. No hay nada que empañe la inmensa felicidad que conlleva la llegada de un nuevo hijo. Se los puedo asegurar.

Imagen:

http://pequelia.es

Parto en el agua

El parto en el agua, encuentra defensores y detractores por igual. Quienes defienden esta práctica, manifiestan que el sufrimiento del feto en el parto es mínimo. En cambio, sus detractores, sostienen que puede ser contraproducente ya que el bebé demora en aprender a respirar por sí solo. En cualquiera de los casos, debe efectuarse en condiciones específicas y siempre bajo la supervisión de un médico especialista, para evitar cualquier tipo de riesgos.
A diferencia de lo que sucede en el parto convencional, cuando comienzan las contracciones, la mujer se sumerge en una bañera, donde el agua, que debe encontrarse a una temperatura de 37 grados centígrados, facilita la dilatación.
En estos casos, la madre logra una mayor relajación gracias al contacto de su cuerpo con el agua. De este modo, el organismo segrega un mayor número de endorfinas, que constituyen las hormonas que atenúan el dolor.
Llegado el momento del nacimiento, hay algunas mujeres que deciden salir de la bañera para parir a su hijo en una cama o, incluso, sentadas en una silla. No obstante, por lo general, el nacimiento del bebé se produce en el agua.
La cuestión de que la cabeza del bebé, al asomarse, se encuentre unos minutos boca abajo dentro del agua, no supone ningún riesgo para su salud debido a que aún respira por medio del cordón umbilical.
Luego de que el cuerpo del recién nacido ha salido, a veces con ayuda de  una episiotomía,  el médico saca al bebé del agua, momento en que empieza a respirar por sí mismo.
Hay quienes consideran que en esta clase de partos, cuando los bebés se hallan en el exterior y establecen su primer contacto en el agua, casi no sufren porque el nacimiento se produce en un ambiente bastante parecido al que tuvo durante los nueve meses de gestación, mientras se encontraba en el interior de la bolsa de líquido amniótico.
Hay que tener en cuenta que estos nacimientos sólo son posibles en aquellos casos en que el embarazo haya transcurrido con absoluta normalidad, sin que hayan surgido ningún tipo de problemas durante la gestación.
De todos modos, algunos expertos se animan a sostener que los bebés que nacen mediante este tipo de práctica pueden presentar dificultades para respirar por sí solos porque vienen al mundo adormilados.

Riesgos del trabajo de parto prolongado

El criterio que se utiliza para establecer si un parto es prolongado, y necesita intervención médica, se encuentra ligado a diversos factores. Por lo general, se considera que un trabajo de parto es demasiado largo cuando dura, en el caso de madres primerizas más de 14 horas y cuando supera las 9 horas en mujeres que han parido antes. El mayor riesgo del parto prolongado es el sufrimiento fetal.
Puede suceder que ciertas mujeres posean un parto prolongado y que las intensas contracciones no logren su propósito de expulsar al feto.
Según lo considerado por los médicos, un parto se prolonga cuando sobrepasa las 14 horas en las madres primerizas y se extiende por más de 9 horas en el caso de mujeres que ya han tenido hijos.
Otro criterio que suele ser utilizado por los médicos es el de no progresión en ningún centímetro de dilatación en un plazo de entre tres y seis horas. Es decir, el cuello del útero no llega a dilatar ningún centímetro durante un tiempo que va entre las tres y las seis horas.
La cantidad de horas es simplemente un criterio orientativo, pero no un diagnóstico. También, depende de la impresión personal de cada profesional médico, además de otros factores que deben ser tenidos en cuenta en cada paciente en particular, como por ejemplo una cesárea previa.
Esta clase de parto necesita obligatoriamente la intervención del médico, porque es muy probable que pueda haber algún fallo en la dilatación o que el feto se halle obstruido por alguna causa, ya sea porque se encuentre mal ubicado o porque posea una anormalidad congénita, como es el caso de la hidrocefalia. De presentarse esta clase de complicación, el médico apelará al uso de los fórceps o ventosas o, como último recurso, practicará una cesárea.
Si el parto se prolonga de manera excesiva, puede ocasionar el agotamiento de la madre e incluso sufrimiento fetal. De ahí, la importancia de la aplicación de criterios médicos para establecer cuando un parto se extiende más allá de lo normal, para dar solución por ejemplo con la realización de una cesárea no programada o de urgencia.

Tipos de respiración para el parto

 

En las clases de preparación para el parto es posible aprender muchas cosas. Entre ellas,  una de las más importantes son los tipos de respiración. Algo que, tanto en la teoría como en la práctica, es necesario que sea bien comprendido y asimilado por la mamá, así como por el papá o el acompañante.
Conocer los diferentes tipos de respiración te servirán para ejercitarlos en el momento del parto, ya que además de ayudar a aprovechar la energía de la madre hacen que ésta centre su atención en la respiración y no así en el dolor que pueda llegar sentir producto de las contracciones.
Para cada una de las fases del parto, existen tres tipos básicos de respiración que bien valen la pena conocer.
Por un lado, se encuentra la respiración lenta, la cual se halla destinada a la dilatación. Consiste en tomar aire por la nariz y exhalarlo por la boca, y debe realizarse  a un ritmo de entre diez y quince respiraciones por minuto, demorando más tiempo en soltar el aire que en cogerlo.
Mientras que la respiración soplante rápida; es usada para cuando no debemos pujar. Similar a la anterior, se basa en tomar aire y expulsarlo de manera rápida por la boca en el lapso que dura cada contracción. Dicha respiración es muy cansada, de modo sólo es recomendable para esos momentos.
Por último, se halla la respiración de expulsión, la cual, como su nombre lo indica, debe realizarse en el momento mismo en que el bebé está saliendo. Se trata de tomar aire por la nariz, tratando de llenar al máximo los pulmones, y empujarlo fuertemente hacia abajo.