¿Por qué no recordamos nuestros primeros años de vida?

El hecho de que los adultos no recordemos nuestros primeros años de vida tiene una explicación. En efecto, investigadores de la Universidad y el Hospital para Niños enfermos de Toronto (Canadá), sostienen que esto se debe a la alta producción de neuronas durante la primera etapa de nuestra vida.
El propósito de dicho estudio era conocer cuál es la relación que existe entre el proceso de generación de neuronas y el almacenamiento en la memoria en los primeros años de vida.
Vale destacar que las neuronas son células del sistema nervioso que se encargan de  la recepción de estímulos y que, al llegar a la madurez, en su mayoría ya no se dividen. Recordar nuestros primeros años de vida es complicado, en especial sabiendo que la producción de nuevas neuronas favorece la capacidad de aprendizaje, pero a la vez elimina viejos recuerdos de la mente.
Según la investigación, que fue presentada en la Asociación Canadiense de Neurociencia, la producción neuronal masiva tiene lugar antes y después de que nazca el bebé, y luego va disminuyendo de manera progresiva a medida que el niño  se desarrolla. Esto es lo que se conoce como neurogénesis en el desarrollo.
Para la investigación se usaron roedores jóvenes y adultos. De este modo, los investigadores lograron descubrir que al ralentizar la neurogénesis en los roedores jóvenes el grado de olvido era menor de lo normal. En tanto que en los roedores adultos, la aceleración de la neurogénesis posterior a haberse formado la memoria bastaba para olvidar o recordar con dificultad. Así, los científicos establecieron la existencia de un vínculo entre la formación de neuronas y el número de recuerdos. De manera que si intentamos recordar hechos de nuestros primeros años de vida, podemos comprobar que son muy escasos y algunos muy fugaces.
Es preciso señalar que en otros estudios se logró demostrar que los niños pueden recordar ciertos acontecimientos a corto plazo, aunque esta memoria no perdura con el paso del tiempo y se sufre lo que se conoce como amnesia infantil.

Los niños que pasan más horas frente a la televisión consumen más refrescos

Un grupo de investigadores de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) desarrolló un estudio, según el cual aquellos niños que pasan más horas frente a la televisión consumen más refrescos y bebidas azucaradas. Para arribar a dicha conclusión, los expertos se ocuparon de analizar los hábitos dietéticos y de recabar información para conocer con precisión cuántas horas pasaban los niños frente a la pantalla del televisor. Para eso, se basaron en los datos arrojados por un estudio sobre dieta y salud, que se realizó entre el año 2007 y 2010 en el marco del proyecto IDEFICS, para el cual se encuestó a 1.733 familias de niños suecos de entre 2 y 9 años de edad.
Los datos establecen que cuantas más horas pasan los niños frente a la pantalla, mayor es el riesgo que existe de consumir de refrescos. De hecho, cada hora extra aumenta un  50% la posibilidad de beber refrescos azucarados.
En total, ocho fueron los países que participaron de este estudio: Bélgica, Hungría, Chipre, Italia, Estonia, España, Alemania y Suecia. En un comienzo se pensaba que las publicidades de alimentación que ven los niños en la televisión aumentaban todavía más las ansias de consumir refrescos. Sin embargo, los investigadores consideran que los anuncios no pueden ser tomados para explicar la relación existente entre el consumo de bebidas azucaradas y ver TV, debido a que el promedio de consumo es casi el mismo con o sin anuncios. De modo que los especialistas creen que los niños disfrutan tomar estas bebidas cuando ven sus programas favoritos.
Lo que sí está claro es que hay una relación entre hábitos de televisión y consumo de refrescos endulzados en los niños. Por consiguiente, se cree que restringiendo el tiempo que pasan los pequeños frente a la pantalla ayuda a  mejorar sus hábitos nutricionales.
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Complicaciones del parto: inversión uterina

Una de las complicaciones más peligrosas del parto es la inversión uterina, que se da en uno de cada 2.000 nacimientos.
Normalmente, en los 30 minutos siguientes a un parto natural, las contracciones permiten la separación de la placenta de la pared del útero. Luego, la placenta sale por la vagina, ya sea por sí sola o con la ayuda del médico.
En ocasiones, puede ocurrir que la placenta no se separe normalmente. Y, rara vez, los intentos de expulsarla provocan que el útero se invierta ligeramente, haciendo que la parte superior descienda por el cuello del útero o salga por completo de la vagina. Esto es lo que se llama inversión uterina y es una complicación muy grave porque puede ocasionar una gran hemorragia y acabar en shock, por lo que necesita tratamiento con suma urgencia.
De darse esta situación, el médico o, en su defecto, la partera procurará que el útero vuelva a la posición normal, haciendo retroceder el fondo uterino por el cuello del útero. Y, en caso de no conseguir buenos resultados, se devolverá el útero a su posición original mediante una cirugía abdominal.
Aquellas mujeres que tengan antecedentes de una inversión uterina, poseen más probabilidades de que les vuelva a suceder. Por ese motivo, es importante que el médico esté al tanto de la historia clínica de la paciente, como sucede con cualquier otro problema médico o complicación del embarazo. De ese modo, el profesional de la salud estará preparado ante el riesgo de otra inversión, contando con el material y los profesionales necesarios para atender el parto.

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Polihidramnios: Exceso de líquido amniótico

Lo usual es que la cantidad de líquido amniótico aumente hasta el inicio del tercer trimestre del embarazo, alcanzando su nivel máximo entre las 34 y 36 semanas. Luego, empieza a disminuir de manera gradual hasta el parto.
El exceso de líquido amniótico se conoce como polihidramnios, problema que afecta aproximadamente al 1 por ciento de los embarazos.
El médico podrá sospechar que la mujer tiene mucho líquido amniótico en caso de que el útero esté creciendo más rápido de lo normal, o ante la presencia de malestares en la zona del abdomen, dolor de espalda, falta de aire e hinchazón excesiva en los pies y tobillos. Y para confirmar sus sospechas, se le realiza a la embaraza una ecografía.
En general, los especialistas desconocen cuales son las causas de la mayoría de los casos de polihidramnios, sobre todo cuando son cuadros leves. De todos modos, algunos de los desencadenantes más comunes son:
Diabetes materna
Aquellas embarazadas que padezcan diabetes y no puedan controlar de manera adecuada la enfermedad, son más propensas a tener niveles altos de líquido amniótico. Según datos estadísticos, cerca del 10 por ciento de las embarazadas diabéticas sufren polihidramnios, principalmente durante el tercer trimestre.
Embarazo múltiple
Las embarazadas de mellizos, gemelos o más bebés, tienen un riesgo mayor de presentar niveles altos de líquido amniótico. Incluso, en el caso de un embarazo de gemelos existe la posibilidad de que se produzca el síndrome de transfusión intergemelar, que es cuando uno de los gemelos genera mucho más líquido que el otro.
Anomalías genéticas
Los bebés que poseen altos niveles de líquido amniótico, tienen más probabilidades de padecer una anomalía genética, como por ejemplo síndrome de Down.
Anomalías fetales
Aunque no se suele dar con frecuencia, puede que el bebé presente un problema médico o un defecto congénito por el cual deja de tragar líquido amniótico en tanto que sus riñones siguen produciendo más orina. Esto se puede deber a ciertas complicaciones, como estenosis pilórica, obstrucción del tubo digestivo, labio leporino o fisura palatina. Además, determinados problemas neurológicos, como la hidrocefalia o los defectos del tubo neural, también pueden llevar al bebé a que deje de tragar.
Anemia fetal
En raras ocasiones, la polihidramnios puede presentarse por una anemia grave en el bebé causada tanto por una incompatibilidad de Rh como por una infección como la quinta enfermedad.

Oligohidramnios en el embarazo

Normalmente, la cantidad de líquido amniótico va aumentando hasta el inicio del tercer trimestre del embarazo, llegando a su punto máximo etre las 34 y 36 semanas, que suele ser de alrededor de un litro. A partir de entonces y hasta el momento del parto, comienza a disminuir gradualmente.
La presencia de poco líquido amniótico es un problema que se denomina oligohidramnios. Por el contrario, cuando se tiene demasiada cantidad se llama hidramnios o polihidramnios. En tal sentido, cerca del 4 por ciento de las embarazas poseen niveles bajos de líquido amniótico en alguna etapa de la gestación, generalmente durante el tercer trimestre.
La pérdida de líquido, el tamaño del útero menor a lo normal para el momento del embarazo que se esté transitando o la disminución de los movimientos fetales, son sólo algunos de los indicios que pueden llevar al médico a pensar que la mujer posee poco líquido amniótico. Además, el profesional realizará un mayor seguimiento en aquellas embarazadas que hayan tenido ya un bebé con bajo crecimiento, padezcan de hipertensión arterial crónica, lupus, preeclampsia o diabetes, e incluso cuando se ha sobrepasado la fecha de parto.
No siempre es posible saber que es lo que está causando la existencia de un nivel bajo de líquido amniótico. Lo cierto es que cuanto más tarde surja esta complicación, menos consecuencias tendrá para el bebé.
Entre las causas más comunes de oligohidramnios se encuentran la rotura de membranas, que incrementa el riesgo de infección por el ingreso de bacterias al saco amniótico, problemas de placenta, como puede ser el desprendimiento parcial de la misma, ciertas afecciones, como preeclampsia, hipertensión, lupues o diabetes. A ellas se le agregan los embarazos múltiples y las anomalías congénitas del feto.

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Síntomas de problemas de vesícula en el embarazo

Las hormonas del embarazo, sobre todo la progesterona, relajan los tejidos musculares y afectan a la vesícula, pues como la misma no logra contraerse lo suficiente, parte de la bilis queda almacenada en su interior, favoreciendo la formación de sedimentos o cálculos.
La enfermedad de la vesícula biliar en ocasiones es complicada de detectar en el embarazo porque sus síntomas, náuseas y vómitos, son similares a los de la gestación. No obstante, si tales síntomas no cesan luego del primer trimestre y el médico sospecha que el problema podría ser la vesícula, la forma más sencilla de detectarlo es mediante un ultrasonido.
En general, las mujeres tienen mayor predisposición que los hombres a tener problemas de vesícula. Aunque existen otros factores que influyen como la herencia genética,  el sobrepeso, colesterol alto, consumo elevado de grasas y diabetes.
En la mayoría de los casos, los síntomas de la enfermedad suelen aparecer durante el tercer trimestre del embarazo o después del parto. Aunque también se pueden presentar al comienzo de la gestación, en aquellas mujeres que son más propensas a esta enfermedad.
Es bueno saber que la presencia de sedimentos o piedras en la vesícula no afecta directamente en el bebé. Sin embargo, sí pueden afectarle las consecuencias que la inflamación le genera a la salud de la madre, como puede ser la imposibilidad de alimentarse bien por los constantes vómitos o náuseas.
Durante el embarazo, una forma de reducir los síntomas y potenciales complicaciones es variando la dieta, evitando sobre todo la ingesta de grasas. Hacer ejercicio con regularidad tambien puede ser de ayuda.
En última instancia, el médico será quien valorará los efectos que está provocándole a la madre la enfermedad, ante a los riesgos de someterse a una cirugía. Pero, por lo general, la operación en embarazadas suele tomarse como última opción.

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Cansancio en el embarazo

Durante el primer trimestre del embarazo es muy común que las mujeres sientan cierta fatiga, la cual suele regresar un tiempo antes de dar a luz. Sin embargo, también es común que suceda que algunas mujeres se sientan cansadas durante toda la gestación o bien nunca lleguen a experimentar nada por el estilo.
Este cansancio constante lleva a las embarazadas a querer dormir a toda hora. Esta situación, en general, se debe a los cambios hormonales propios de este estado, dado que se produce un aumento drástico de los niveles de la progesterona, que es la hormona que genera un efecto tranquilizante, además de ser la encargada de regular el ciclo reproductor.  Pero incluso es probable tener problemas para conciliar el sueño por las noches, sobre todo por las incontables veces en que las embarazadas se levantan para ir al baño.
Otros de los síntomas que suelen restar fuerzas y que son muy frecuentes, son las náuseas y los vómitos. Por lo que si sumamos todos estos factores, no es ilógico que al final del día la futura madre se sienta verdaderamente agotada.
El cansancio suele acentuarse en torno a los siete meses de gestación, no sólo por el aumento de peso sino también por el malestar que produce la acidez estomacal, la aparición de calambres, la necesidad de orinar a cada rato, los movimientos del bebé y el típico dolor de espalda.
De todos modos, aquellas mujeres que sienten cansancio extremo pueden consultar con el médico para descartar alguna posibilidad de anemia o depresión.
Para sobrellevar esta situación, lo más conveniente es procurar descansar cuanto sea posible, llevar una alimentación saludable y equilibrada y hacer ejercicio moderado a diario. 

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Cómo aliviar la indigestión en el embarazo

Es habitual que las futuras mamás se sientan hinchadas e incómodas luego de comer. Esto se debe a que los altos niveles de estrógeno y progesterona que el cuerpo produce al principio del embarazo, hacen que se relaje el tejido de los músculos lisos del cuerpo, incluyendo los del aparato digestivo. Dicha relajación lleva a que la digestión sea más lenta, sobreviniendo entonces la hinchazón, malestar y otras incomodidades en la barriga, en especial tras una comida bastante abundante.
Para lograr aliviar el malestar, lo ideal es usar ropa cómoda y holgada, evitando cualquier prenda que apriete el vientre y la cintura.
Además, es conveniente comer varias veces al día en pequeñas cantidades, en vez de ingerir suculentas porciones, masticando bien la comida. Lo ideal es evitar la ingesta de aquellos alimentos que sepas que te pueden producir malestar gastrointestinal, como es el caso de las bebidas gasificadas, las carnes procesadas, el alcohol, las comidas muy condimentadas o picantes y las frituras. Después de cada comida, es sugerible aguardar al menor una hora para acostarse.
Desde ya que no se debe fumar, aunque algunas mujeres no suelen respetar este punto y continúan con este hábito durante todo el embarazo.
Para agacharse, siempre es recomendable flexionar las rodillas en vez de inclinar la cintura.
Para dormir, lo mejor es hacerlo con la parte superior del cuerpo apoyada sobre almohadas.
Asimismo, para aliviar la indisgestión, también es bueno comer un caramelo de menta luego de las comidas o, de ser posible, tomar un té de menta.

 

La deficiencia de yodo en el embarazo afectaría el cociente intelectual del bebé

El yodo es indispensable en el embarazo, ya que se trata del elemento que hace posible la formación de las hormonas que son sintetizadas por la tiroides. También es importante para el bebé en gestación, dado que ayuda a que su cerebro se desarrolle de manera adecuada. A ello, ahora se le agrega que la deficiencia de yodo durante el embarazo puede influir en el cociente intelectual de los bebés, de acuerdo a lo revelado en dos nuevos estudios.
En tal sentido, ambas investigaciones, que fueron realizadas en Reino Unido y Australia, concluyeron que las madres que no toman los niveles necesarios de yodo aumentan el riesgo de que sus hijos posean un cociente intelectual menor. Pero los resultados van más allá de la gestación, los expertos señalan que la deficiencia de yodo en la lactancia materna también tendría efectos sobre el desarrollo cerebral y a la inteligencia de los niños. Coinciden además en que es un serio problema de salud que debe ser tratado para favorecer el desarrollo adecuado de los bebés.
El trabajo llevado a cabo en el Reino Unido establece la existencia de una relación entre la deficiencia extrema de yodo y los problemas en el desarrollo cognitivo de los bebés. Según la información dada a conocer, un nivel reducido de yodo en el embarazo y la lactancia fue asociado a una menor fluidez verbal a los 8 años de edad y un nivel de lectura y comprensión también inferior a los 9 años, en contraste con los niños cuyas madres poseían niveles normales de yodo.
Por su parte, la investigación australiana develó que la carencia de yodo durante el período gestacional se relacionaba con un efecto negativo prolongado en la alfabetización de los niños, que no podría ser revertido con una dieta con suplementos de yodo durante la niñez.
Afortunadamente, este problema puede remediarse con una planificación adecuada del embarazo. Para eso, las futuras mamás necesitan tomar los suplementos para que sus futuros hijos tengan un desarrollo cognitivo correcto. 

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Los envases de bebidas y alimentos con ftalatos pueden elevar la presión arterial en los niños

Los envases alimentarios que contienen ftalatos pueden producir un aumento en la presión arterial de los niños. Así lo demuestra un nuevo estudio desarrollado de manera conjunta por expertos de la Universidad de Nueva York (Estados Unidos), Escuela de Medicina de la Universidad del Estado, la Universidad de Cincinnati y la Universidad de Washington.
Este compuesto químico, que es usado para plastificar el interior de los envases, se integra en los alimentos a consumir mediante un proceso de lixiviación. Para ser más claros, los alimentos al actuar como disolventes hacen que este compuesto se transfiera al alimento.
Para establecer la relación que existe entre ftalatos y el aumento de la presión arterial infantil, se estudiaron los datos de unos 3.000 niños y adolescentes que fueron otorgados por los Centros Nacionales de Salud Estadística del país. En base a ello, los investigadores lograron asociar la elevación de la presión arterial con el consumo de la sustancia química en cuestión, un plastificante que comúnmente suele estar presente en la mayoría de los envases plásticos que contienen bebidas o alimentos.
Según parece, las muestras de orina recogidas, cuyo nivel de ftalatos era tres veces mayor a lo normal, eran de niños y adolescentes que tenían una presión arterial más alta. Si bien la hipertensión es muy común en los mayores de 50 años, desafortunadamente cada vez este problema se presenta con más frecuencia en los niños.
En otro estudio, se realizó un análisis de los niveles de ftalatos que hay en las botellas de agua de plástico con el fin de establecer la cantidad de esta sustancia química que se integraba en el agua, centrándose para ello en tres marcas de agua embotellada que es comercializada en Hungría. Al parecer, cuanto más era el tiempo que el agua pasaba almacenada, mayores eran los niveles de dicho compuesto que se disolvía en ella. Al tiempo que se determinó que la concentración de ftalatos era mayor en los envases más pequeños.
Los especialistas esperan que este compuesto sea prohibido para la fabricación de envases de alimentos, tal como sucedió con el bisfenol A.