Cómo tratar la gripe en el embarazo

Una de las cosas que deben saber las mujeres embarazadas es cómo tratar una gripe o un resfrío, para proteger la salud del bebé.
Las mujeres cuando quedan embarazadas experimentan una baja en las defensas, para que su cuerpo se empiece a acostumbrar a la presencia del embrión. Dicha situación, hace que las enfermedades las puedan atacar. De ahí la necesidad de evitarlas.
Es importante prevenir las enfermedades respiratorias. Para ello, lo mejor es llevar una dieta rica en frutas y verduras.
La vitamina C, es fundamental en esta etapa sobre todo durante los primeros tres meses de gestación. Aunque no se debe abusar de ella, ya que el exceso del consumo de dicha vitamina puede ocasionar preeclampsia. Por lo que siempre es necesario consultar con el médico, quien será el encargado de recetarte las vitaminas necesarias, además de informarte acerca de su uso.
También, hay que evitar desabrigarse mucho en caso que haga calor, ni beber líquidos muy fríos.
Vale aclarar que los síntomas de un resfriado y una gripe pueden ser distintos. Si te hallas resfriada, lo común es que solamente tengas algo de congestión, tos y estornudos. Mientras que si se trata de una gripe, generalmente suele estar acompañada por fiebre, dolores musculares y sensación de debilidad. En ambos casos, lo esencial es verificar si tienes fiebre, que si es persistente será necesario consultar al médico.
Pero si sólo tienes un poco de tos y congestión nasal, los líquidos calientes pueden ser de gran ayuda.
Bajo ningún concepto se deben tomar medicinas sin antes acudir al médico. De esa manera, tu salud y la de tu bebé estarán aseguradas.

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La gripe en bebés y niños

Una de las enfermedades más frecuentes en los niños es la gripe, una infección respiratoria muy contagiosa, con un período de incubación de 1 a 3 días, cuyos síntomas son fiebre alta, cefaleas, vómitos y tos seca. Aunque también, en algunos casos, pueden presentar rinitis, conjuntivitis y faringitis.
Este estado gripal, que suele durar de 2 a 4 días, aparece en casos aislados o en forma de brotes, pudiendo llegar a producirse epidemias, sobre todo durante la época invernal.
En el caso de los más pequeños es común que se presenten complicaciones como la Otitis media aguda y Bronquitis.
Esta enfermedad viral, es producida por el virus Influenza, pero a menudo surgen tipos de virus nuevos, de modo que se torna difícil prevenirla.
Los ancianos, niños y las personas con asma, cardiopatías, desnutrición, diabetes y trastornos de la inmunidad, entre otros, son los más afectados, en algunos casos gravemente. Por lo que quienes conformen dicho grupo de riesgo tienen que visitar al médico antes que comience el invierno para que les apliquen la vacuna antigripal.
Vale aclarar que no es necesario tomar antibióticos en caso de tener fiebre, con un antitérmico bastará. Sólo si la fiebre persiste por más de 3 días, el médico recetará antibióticos.
Para el tratamiento de la gripe, se aconseja reposo, beber mucho líquido y la realización de nebulizaciones para desobstruir las vías respiratorias altas.

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Síntomas de un embarazo

Síntomas de un embarazo

Síntomas de un embarazo. Un embarazo muestra diferentes síntomas que debes tener en cuenta para poder saber si estás en estado de buena esperanza. Sin duda, formar una familia es el deseo de muchas personas que quieren construir un hogar estable y feliz. ¿Cuáles son los síntomas más frecuentes de un embarazo?

Por una parte, es normal que se produzca más sensación de cansancio del normal en la rutina diaria. Por supuesto, el cansancio también puede estar causado por otros síntomas, por ello, es importante obtener un diagnóstico médico. En algunos casos, las mujeres embarazadas también sienten aversión y rechazo ante algunos olores. En algunas ocasiones, ciertos aromas pueden producir náuseas en el embarazo.

Por supuesto, un síntoma habitual de embarazo es el retraso en la menstruación, especialmente, cuando se trata de una mujer que es regular en sus ciclos. Además, dentro de la lista posible de síntomas, cabe destacar la hinchazón abdominal. Está claro que para salir de dudas sobre un posible embarazo es esencial realizar una prueba de embarazo casera. En caso de que el resultado sea positivo, debes pedir fecha y hora con tu médico.

Además, la temperatura basal también suele estar más elevada durante varios días seguidos. Por tanto, se trata de un aspecto a tener en cuenta. Las madres primerizas tienen más dificultades a la hora de poder conocer e interpretar los signos de embarazo. Sin embargo, aquellas madres que ya han dado a luz en más de una ocasión, tienen un mayor conocimiento de su propio cuerpo y de las sensaciones frecuentes en este periodo de la vida. El momento en que una mujer descubre que está embarazada, suele ser uno de los momentos más especiales de la vida.

Un momento excelente para compartir con gran ilusión con la pareja. De hecho, es bonito poder vivir la noticia en la intimidad durante algunas semanas antes de compartirla con nadie más. Los expertos recomiendan esperar hasta el tercer mes de embarazo para dar la noticia a todos los demás amigos. Una ilusión que se vive de forma muy intensa en la medida en que se comparte con todos.

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Más información: Baby Center

La toxoplasmosis en el embarazo II

Dentro de los estudios de rutina solicitados por el médico durante el embarazo está el de la toxoplasmosis. Los análisis de sangre pueden detectar la presencia de anticuerpos de la toxoplasmosis, los cuales indican inmunidad o bien una infección reciente.
Algunos de los síntomas de la enfermedad son: inflamación de los ganglios linfáticos del cuello sin dolor y otros síntomas más leves, como dolores musculares, fatiga, dolor de cabeza y fiebre.
Durante la gestación, puede sospecharse la presencia de toxoplasmosis cuando en una ecografía se observan algunas anomalías en el feto. De todos modos, la mayor parte de los bebés infectados no presentan ninguna anormalidad.
En caso que los resultados indiquen que la madre ha contraído toxoplasmosis en el embarazo, su médico le suministrará un antibiótico para reducir el riesgo de transmitirle la enfermedad al bebé. Y para determinar si el bebé ha sido contagiado, se le realizará un análisis de ADN especial del líquido amniótico así como una serie de ecografías.
Si el bebé contrae toxoplasmosis, las consecuencias pueden ser de leves a graves. Incluso, la infección puede ocasionar un aborto espontáneo, la muerte del bebé al nacer o fallecimiento tiempo después del nacimiento.
Asimismo, la toxoplasmosis congénita puede llegar a afectar el cerebro del pequeño, provocando problemas estructurales y neurológicos, como retrasos mentales o trastornos de motricidad, parálisis cerebral y epilepsia. También, otros órganos pueden resultar afectados, en especial los ojos, produciendo alteraciones en la visión y hasta ceguera.
Al nacer, algunos bebés presentan síntomas de toxoplasmosis como hepatomegalia, aumento del tamaño del hígado, ictericia, bajo recuento de plaquetas, infección cardiaca o pulmonar, esplenomegalia, aumento del tamaño del bazo; sarpullido y adenopatía, aumento del tamaño de los ganglios linfáticos.
No obstante, la mayoría de los bebés que tienen toxoplasmosis congénita, sobre todo aquellos infectados en el último trimestre del embarazo, al nacer parecen normales pero luego de unos meses o incluso años, pueden desarrollar problemas de gravedad.
Por este motivo, el tratamiento es efectivo para los bebés pues disminuye el avance de la enfermedad. Y si bien el tratamiento al que es sometido el bebé luego del nacimiento no puede revertir todo el daño ocasionado, sí logrará reducir el riesgo de desarrollar nuevos problemas durante la infancia y a lo largo de su desarrollo.

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Bebés con síndrome congénito de la rubéola

Los tres primeros meses de gestación son de vital importancia ya que  es en esta etapa cuando se desarrollan los órganos y sistemas principales del bebé. Por eso, en caso que la madre durante ese periodo contraiga rubéola, una enfermedad viral, existe el riesgo de contagiar al bebé, pudiendo llegar a ocasionar un aborto espontáneo o el síndrome congénito de la rubéola, provocándole defectos congénitos al feto.
Los bebés con síndrome congénito de la rubéola, por lo general presentan defectos congénitos, como bajo peso al nacer, neumonía, diarrea, meningitis, anemia, irritabilidad y letargo; que irán superando tras el nacimiento.  También, pueden padecer leucocoria, tono muscular anormal, manchas en la cara y/o cuerpo y tendencia sangrar por anomalías de la sangre, pudiendo comprometer también el hígado y bazo.
Los bebés que han nacido con defectos congénitos pueden llegar a desarrollarse con normalidad, superando con cirugías y terapias los problemas, de forma parcial o total. En realidad, todo irá a depender del tipo de defecto que presente y la intensidad del mismo, excepto los problemas que atacan el sistema nervioso, los cuales son irreversibles.
El síndrome congénito de la rubéola, puede ocasionar problemas visuales, auditivos, cardíacos y daños en el  sistema nervioso central.
Pero hay bebés que nacen con el síndrome y no presentan ningún tipo de síntoma, aunque es necesario hacerle un seguimiento en su desarrollo pues existe la posibilidad de  que puedan presentar problemas a futuro, como ser problemas de visión, audición, aprendizaje y comportamiento, que se vuelven visibles a una edad más avanzada.
La mayoría de las mujeres son inmunes a la rubéola, por haber sido vacunadas durante la infancia o haber padecido dicha enfermedad. Pero en caso que se tenga alguna duda, se puede realizar una prueba de sangre para ver si posee anticuerpos contra la enfermedad, en especial antes de buscar un embarazo.
En cuanto a la vacuna, vale decir que la misma se debe administrar 3 meses antes de la concepción, no pudiendo administrarse, bajo ningún punto de vista, durante el embarazo excepto que la madre haya estado en contacto directo con un enfermo y el médico se lo indique. Aquellas  mujeres que dan de lactar pueden ser vacunadas, pues no perjudicará la leche ni a su hijo.
Un dato que vale la pena destacar, si la madre sufre rubéola en el primer trimestre del embarazo, existe un 25 por ciento de probabilidades de que el bebé posea defectos congénitos. Después de las 20 semanas de embarazo, los riesgos se reducen considerablemente.

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¿Cómo reconocer la otitis del lactante?

La otitis consiste en una infección del oído, que puede afectar a varias partes del mismo, muy común durante la infancia. La cuestión, es saber darse cuenta si el lactante la padece.
En efecto, la otitis constituye un trastorno muy frecuente en la niñez que se suele producir como producto de un resfriado. No obstante, a diferencia del resfriado , que es claramente contagioso, las infecciones del oído definitivamente no lo son.
Este tipo de infección puede producir dolor, pero no es común que genere daño permanente en el oído. En caso que se presente con mucha frecuencia, esto puede estar indicando una predisposición del niño a padecer reacciones alérgicas.
Ahora bien, ¿cómo reconocer la otitis del lactante? El bebé que sufre este tipo de infección suele mostrarse excesivamente irritado y quejoso durante todo el día. Cuando el niño se halla acostado, siente un dolor aún más agudo ya que aumenta la presión del aire sobre el tímpano.
La otitis, por lo general, aparece como fruto de un resfriado y puede hacer que le suba la temperatura corporal. En ocasiones, los bebés acostumbran a ponerse la mano al oído en el que siente dolor, a demás de estar pálido y rechazar la leche pues la succión produce dolor.
En definitiva, para determinar si se trata o no de otitis, es recomendable presionar con el dedo índice con suavidad en el pliegue que se halla tras el lóbulo de la oreja o sino estirar ligeramente el lóbulo hacia arriba. En cualquiera de ambos casos, si el lactante sufre otitis, reaccionará al dolor. No obstante, lo más apropiado es acudir al pediatra.

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Mitos sobre la dentición

En esta oportunidad profundizaremos lo que ya hemos viniendo hablando en otros post anteriores acerca del proceso de dentición en los bebés, en torno al cual existen ciertos mitos que son necesarios derribar. En ocasiones, se suelen asociar ciertos  síntomas a la dentición, los cuales no todos son ciertos. 
Es común escuchar que la dentición provoca diarrea, lo cual es falso. No existe conexión alguna entre cortar los dientes y que el bebé tenga diarrea. Lo que sí es real es que, en su afán de calmar el dolor, el bebé se lleva objetos a la boca que a veces no están higienizados, generándole en algunos casos malestar estomacal.
También, es común pensar que la etapa de dentición provoca fiebre y secreción nasal, síntomas que en realidad se encuentran más ligados a una infección viral que a la dentición misma. En tal sentido, vale decir que los bebés son más susceptibles a sufrir infecciones virales durante el proceso de dentición porque las encías están rotas, volviéndolos más vulnerables a las infecciones. Al mismo tiempo, es preciso destacar que cuando comienzan a salirles los dientes la mayor parte de los bebés también empieza a gatear, lo que implica un mayor acceso a una gran variedad de cosas que de seguro se llevarán a la boca, incrementando las probabilidades de infección.
Otra de las creencias es que la dentición genera dolor de oído. En efecto, la aparición de los dientes no produce directamente dolor de oídos, sino que el tímpano y los dientes, al compartir el mismo centro neurálgico, podrían hacer que se refleje el dolor que el bebé siente. A esta edad resultan más que normales las infecciones del oído, de modo que si el bebé se encuentra irritable y se tira de la oreja no implica que le estén saliendo los dientes, sino que tan sólo puede tratarse de una infección de oído.
Algo muy común es asociar la dentición a la producción excesiva de saliva. Y, en realidad, no es que haya más saliva, sino que el bebé permanece mayor cantidad de tiempo con la boca abierta sin tragar la saliva.
Por último, se suele creer que la salida de los dientes produce pérdida de peso. En esto hay algo de cierto, ya que cuando hay sensibilidad y dolor en las encías puede que el bebé se niegue a comer y, por ende, pierda algo de peso.

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Primeras enfermedades del bebé

Desde el cuarto mes de vida, el bebé puede comenzar a sufrir algunas enfermedades, puesto que los anticuerpos que la mamá le ha traspasado por medio de la placenta se fueron agotando. Aunque los bebés alimentados con leche materna se encuentran protegidos por más tiempo.
No debes dudar en consultar al pediatra en caso que tu bebé pierda peso, ya que ésta es una de las señales más comunes de enfermedad en el bebé.
A partir del cuarto mes, el bebé empieza a entrar en contacto con los objetos: agarrándolos, chupándolos y arrojándolos al piso. De modo que está más expuesto a gérmenes y bacterias y puede empezar a enfermarse.
Si incluso hay más niños en el hogar, lo más seguro es que el bebé contraiga las mismas enfermedades que sus hermanos. En la mayor parte de los casos, el sistema inmunológico del bebé se encuentra preparado para dar respuesta a una gran cantidad de agentes infecciosos, de manera que muchos trastornos desaparecen sin necesidad de ser tratados. Lo bueno es que, de a poco, el pequeño irá construyendo su propio sistema de defensas.
En caso que el bebé concurra a una guardería desde edades tempranas, lo más conveniente es asegurarse de que la cantidad de cuidadores sea la adecuada para que cada bebé reciba la atención necesaria y para que no haya un gran hacinamiento de niños, lo que favorece en muchos casos la proliferación de enfermedades.
De todas formas, no siempre resulta sencillo saber cuándo el bebé está enfermo o qué le duele cuando llora de manera persistente, pero existen determinadas señales que nos pueden indicar que algo está sucediendo, como languidez, palidez, presencia de ojeras, irritabilidad, llanto incesante y falta de apetito. En ese caso, los padres deben consultar con el pediatra.
Ciertas enfermedades, como por ejemplo las pulmonares o las renales, son complicadas de detectar, ya que el único síntoma que se puede observar es la pérdida de peso. El bebé, además puede bajar de peso a causa de trastornos digestivos o alergias alimentarias.

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El reflujo en los bebés

Cuando el bebé tiene reflujo, regurgita pequeñas cantidades de leche, generalmente tras alimentarlo o al eructar. Esto se produce porque la válvula superior del estómago no cierra correctamente o, también, cuando el bebé toma mucha leche.
El reflujo es muy común en los bebés y, desde ya, va mejorando con el tiempo, aunque puede extenderse hasta el año de edad aproximadamente. Como se tratan de pocas cantidades, no se considera peligroso.
En ocasiones, se suele confundir la regurgitación o reflujo con el vómito, aunque se trata de dos cosas distintas. La diferencia reside en que el vómito precisa de esfuerzo, tiene lugar en cualquier momento, las cantidades son mayores, y se siente cierto malestar antes y después de producirse el vómito, el cual es peligroso en sí mismo para cualquier niño.
Si el médico establece que la regurgitación o reflujo del pequeño es normal, es decir, sin complicaciones,  es necesario respetar algunas recomendaciones para intentar controlarlo: hay que disminuir la cantidad de leche porque cuando su estómago se encuentre completamente lleno el bebé tenderá a regurgitar más, así como no darle leche muy seguido para que el estómago del bebé no se recargue con demasiada leche. Además, lo más conveniente es alimentar al pequeño, ubicándolo a éste en posición vertical, tratando de evitar tras ello realizar juegos bruscos con el bebé.
De este modo, si su bebé tiende a regurgitar y observa síntomas tales como: regurgitación de sangre, atragantamiento y obstrucción de la respiración, bajo peso, y malestar, es necesario acudir al médico de manera inmediata.

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Síntomas que ponen en riesgo la vida de un recién nacido

Según lo publicado en la revista The Lancet, la primera semana de vida del bebé es la etapa en que se producen más muertes infantiles. Dicha afirmación se desprende de una investigación que realizó esa publicación, a través de la cual se precisaron algunos síntomas que sirven para diagnosticar a tiempo enfermedades que pueden ocasionar el fallecimiento del bebé en su primera semana de vida.
Uno de los síntomas de los que hace referencia la investigación se centra en la dificultad del recién nacido para alimentarse. Por ello, si el bebé regurgita demasiado, debido a que poseen un exceso de ácido estomacal, o posee abundante moco espumoso en la boca, pueden ser un síntoma que indique la presencia de una enfermedad denominada atresia y fístula, la cual se desencadena cuando el esófago y la tráquea no se encuentran del todo desarrollados.
Por su parte, las convulsiones pueden ser síntoma de que el pequeño sufre de epilepsia así como de algún trastorno neurológico.
También, cuando el recién nacido presenta letargo, es decir, cuando solamente se mueve al ser estimulado, puede estar indicando diversas enfermedades, como por ejemplo la hipoglucemia, la cual se desata cuando la cantidad de glucosa en la sangre se encuentra por debajo de lo normal.
En cuanto a la temperatura corporal, si ésta es igual o mayor a 37,5 grados puede suponer alguna enfermedad o infecciones; mientras que si se sitúa por debajo de los 35,5 grados también es peligroso en especial si se trata de bebés prematuros.
Si la respiración es igual o mayor a 60 alientos por minuto, no es un buen indicador. La tasa de respiración de un bebé es de 40 alientos por minuto, por lo que se si el bebé mantiene una respiración agitada gran parte del tiempo es un síntoma que necesita ser estudiado por un profesional médico ya que el pequeño podría padecer algún problema respiratorio.
Por último, la investigación publicada por The Lancet señala que en caso que el pequeño posea una retracción grave del esternón da cuenta de la existencia de una dificultad en la inhalación del oxígeno, por la cual se retrae el tórax hacia las costillas por debajo del esternón o por encima de la clavícula.