Cambios de humor en el embarazo

El embarazo es una etapa de grandes cambios, no sólo hormonales sino también  de humor. En tal sentido, la ansiedad, los miedos y las preocupaciones, al igual que el entorno en el que se mueve la embarazada, son considerados factores decisivos que influyen en el humor y las emociones de las futuras madres.
Son muy comunes los cambios de humor durante el embarazo, por lo que no es necesario preocuparse demasiado por ellos. No obstante, también es normal que dichos cambios  provoquen angustia.
En la mayoría de los casos, la mujer embarazada se siente vulnerable, e incluso incomprendida, de modo que necesita que la protejan y acompañen más de lo habitual.
La maternidad, además de profunda felicidad, suele despertar en la mujer sentimientos encontrados. Así, puede que por momentos se sienta feliz y llena de euforia, mientras que en otros la invada el malhumor o esté deprimida.
Estas variaciones en los estados de ánimo generalmente aparecen entre la sexta y décima semana de gestación, tendiendo a disminuir hacia el segundo trimestre, para retornar después en el momento del parto. De todos modos, esto no se da en todas las mujeres por igual ya que no siempre son tan marcados los cambios.
Para poder sobrellevar mejor esta etapa es importante estar tranquila, no sólo por el bien de la madre sino también del bebé, y aprovechar esta situación para fortalecer el vínculo con la pareja, hablándole sobre las emociones que se están experimentando. También puede ayudar buscar distraerse, ya sea saliendo de compras, visitando amigas, dando un paseo, etc.

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Embarazo psicológico

El embarazo psicológico o utópico, es un problema a nivel de la psiquis que se presenta en aquellas mujeres que, ante el fuerte deseo de tener hijos, creen que están embarazadas, cuando no es así, a la vez que sienten todos los síntomas de una gestación común.
Entre las principales causas de este problema se encuentran la pérdida de un  embarazo, pues esto genera un impacto psicológico de tal magnitud que puede ocasionar un trastorno en el organismo que deriva en este estado emocional. Aunque también suele presentarse por un gran deseo de ser madre, por la existencia de problemas conyugales o ser también como una especie de mecanismo de defensa ante el arribo de la menopausia. En este último caso, el deseo de continuar siendo fértil explica la existencia de un embarazo psicológico.
Los síntomas de un embarazo de este tipo son bastante similares a los de una gestación común, entre ellos es posible mencionar el aumento del tamaño de la barriga y el consecuente incremento de peso, trastorno del ciclo menstrual y cambios hormonales. Incluso,  puede ocurrir que las glándulas mamarias comiencen a secretar calostro. Con respecto a los movimientos fetales que puede creer sentir la mujer, claro está, son solamente una sensación.
En general, quienes padecen un embarazo psicológico son incapaces de aceptar que no están verdaderamente embarazadas. En ocasiones, optan por no consultar con el médico para no afrontar la dura realidad. Aunque también suele ocurrir que recorran diferentes clínicas hasta lograr dar con alguien que les confirmen el embarazo, lo cual no deja de ser una ilusión ya que todas las pruebas a las que se sometan desmentirán este estado. De modo que el choque entre fantasía y realidad se convierte en un duro golpe a nivel emocional para la mujer que cree estar “embarazada”.
Lo importante, es recibir el apoyo psicológico necesario para intentar comprender que el embarazo no era más que una ilusión.

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Sensibilidad e hinchazón de los senos en el embarazo

Uno de los síntomas característicos del embarazo es el aumento de la sensibilidad e hinchazón en los senos, que se produce por los cambios hormonales propios de la gestación, generando molestias que se asemejan bastante a las que experimentamos las mujeres durante la menstruación o cuando ovulamos.  Dichas molestias van cesando a medida que el organismo comienza a acostumbrarse a los niveles altos de hormonas, que por lo general es luego del primer trimestre.
Este tipo de molestias, como cosquilleos, hinchazón o mayor sensibilidad, además del aumento de hormonas, pueden producirse ante a cambios de temperatura.
Uno de los cambios que más notan las embarazadas es el aumento del tamaño de los senos, sobre todo en los primeros tres meses del embarazo.  Esto es producto de la acumulación de grasa en los senos, que hace que las glándulas mamarias vayan incrementado su tamaño de a poco.  A causa de ello, y sumado a la sensibilidad, no solo es probable aumentar de talla de sujetador sino que también  es posible sentir picazón o que aparezcan estrías, lo cual está asociado al estiramiento que sufre la piel por el incremento del volumen de los senos.
También puede suceder que las mujeres observen que las venas de sus senos se tornan más grandes, debido al aumento del flujo sanguíneo durante el embarazo. Al mismo tiempo, es común que se oscurezcan los pezones y se vuelvan arrugadas las aureolas, pudiendo dar lugar a la aparición de pequeños bultitos, que son  pequeñas acumulaciones de grasa producidas por el cuerpo con el fin de evitar que los pezones se agrieten o resequen.

Síntomas de embarazo: aumento o pérdida de apetito

La hinchazón y aumento de la sensibilidad en los senor suele ser uno de los primeros síntomas del embarazo que experimentan las mujeres. Aunque también lo pueden ser la fatiga, las náuseas, un incremento en la sensibilidad a los olores, el aumento o pérdida del apetito, etc. Sin embargo, como cada mujer es distinta, no hay manera de predecir con certeza qué es lo que va a sentir cada embarazada.
Volviendo al aumento o pérdida del apetito, muy asociado al embarazo, muchas mujeres suelen tener ganas repentinas de comer algún alimento en particular. Esto es producto del cambio hormonal que se produce en la gestación y del periodo de adaptación que debe atravesar el cuerpo para acostumbrarse a ese aumento de hormonas.
Pero también puede ocurrir que la mujer sienta una pérdida de apetito, en especial durante el segundo trimestre de gestación. En dicho período, el feto ya posee la totalidad de sus órganos formados y se dedicará a crecer y ganar peso hasta el final del embarazo, esto hará que el útero presione demasiado el intestino grueso pudiendo llegar a ocasionarle a la futura madre estreñimiento. Al mismo tiempo, las hormonas del embarazo tornan lenta a la digestión, lo cual puede devenir en una pérdida de apetito.
De todo esto, podemos deducir que las alteraciones en el apetito de la embarazada  se deben básicamente a los cambios hormonales y la adaptación del organismo a los mismos; los cambios en el olfato y gusto por los alimentos, que llevar a que una mujer rechace o desee un alimento en particular; y alguna causa psicológica. Por lo que en caso de experimentar un aumento o pérdida de apetito, la embarazada debe consultar con su ginecólogo para que establezca cuáles son las posibles causas y ofrezca una solución para que esta situación sea lo menos incómoda posible.  También, es importante contemplar el peso de la madre y el del bebé, dado que un aumento desmedido del peso corporal no es recomendable en el embarazo.

¿Qué es y en qué consiste el cerclaje cervical?

La incompetencia cervical puede definirse como el debilitamiento del cuello uterino, el cual se abre antes de que el embarazo llegue a término.
Cuando una embarazada padece incompetencia cervical, los médicos deben practicarle un cerclaje cervical, una intervención quirúrgica que consiste en cerrar el cuello del útero para evitar que la mujer tenga un parto prematuro o sufra un aborto espontáneo.
De acuerdo a los datos ofrecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS),
aproximadamente entre el 70 y 90 por ciento de las mujeres a las que se les practica un cerclaje cervical llegan a completar su embarazo saludablemente. Sin embargo, debido a la gravedad de que el cuello del útero se abra antes de lo que debería, no se conoce con certeza cuáles de estas mujeres necesitaban realmente un cerclaje cervical o si solamente con reposo hubiera bastado solucionar el problema.  Es preciso aclarar que este tipo de intervención quirúrgica, como se trata de un método invasivo, puede hacer peligrar  la continuidad del embarazo. Por ese motivo, la OMS recomienda solamente apelar a esta operación cuando existan claras evidencias de parto prematuro o de un alto riesgo de pérdida del bebé.
Algunas de las causas de incompetencia cervical son poseer antecedentes de un parto traumático, haber tenido abortos espontáneos, poseer un útero muy corto, embarazos múltiples, entre otras.
En general, el cerclaje cervical suele practicarse entre el segundo y tercer trimestre de gestación para evitar la pérdida del bebé, reforzando el cuello del útero con una sutura para impedir su dilatación. Claro que antes de comenzar el trabajo de parto, dicho cerclaje debe ser retirado pues, de lo contrario, el cuello uterino podría desgarrarse.
Las embarazadas a las que se les practica un cerclaje cervical deben cuidarse y mantener reposo, sin realizar ejercicio físico y evitando las relaciones sexuales. 

La obesidad y la diabetes triplican el riesgo de defectos congénitos

En las mujeres con problemas de obesidad y que padezcan diabetes tipo 2 se triplica el riesgo de que tengan bebés con defectos congénitos, de acuerdo a un estudio realizado por investigadores del Boston University School of Medicine, en Massachussets, que fue publicado en la revista Epidemiología.
Los autores del estudio determinaron que la obesidad y la diabetes pueden incrementar considerablemente los riesgos de problemas en los recién nacidos, a nivel craneofacial o malformación de las extremidades.
Para la realización de la investigación los especialistas analizaron los datos de aproximadamente 23 mil mujeres. De esa información se desprendió que alrededor  del 65 por ciento de los problemas en los hijos que dieron a luz mujeres que presentaban ambos cuadros fueron ocasionados por la combinación de estos. Además, casi el 6 por ciento de las pacientes con diabetes tipo 2 tuvo bebés con algún defecto congénito, mientras que en las mujeres que no padecían dicha enfermedad  el porcentaje sólo llegó al 1,34. Las anomalías más comunes que se registraron fueron craneofaciales y musculoesqueléticos.
Por otro lado, se observó que las mujeres que padecían obesidad pero no así diabetes no presentaron un aumento en las probabilidades de dar a luz a niños con problemas congénitos, al igual que las embarazadas de peso normal con diabetes gestacional.

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Hacer reposo en el embarazo no ayudaría a prevenir el parto prematuro

Es habitual que a aquellas embarazadas que poseen el cuello del útero corto el ginecólogo les aconseje hacer reposo para disminuir las probabilidades de tener un parto prematuro. Sin embargo, a través de un estudio reciente se dio a conocer que las mujeres que hacen reposo poseen más chances de que su bebé nazca antes de tiempo, en comparación con aquellas que continuan con su vida normal.
Del estudio participaron unas 646 mujeres que, cada semana, debieron responder preguntas sobre el consejo dado por sus médicos en cuanto a limitar actividades.
Según los resultados obtenidos, el 39% de las embarazadas hizo reposo o dejó de hacer ciertas actividades por recomendación médica alrededor de la semana 24 de gestación. Lo que llamó la atención de los investigadores es que el 37% de esas mujeres tuvo un parto prematuro. Con respecto a aquellas que continuaron con su  vida normal, a pesar de tener el cuello uterino corto, solamente el 17% tuvo a su bebé antes de lo previsto. Los mismos datos se obtuvieron luego de eliminar algunas variables, como los antecedentes médicos, la etnia, la edad y otras cuestiones detectadas por ecografía.
De todos modos, los investigadores no han sido capaces de encontrar una razón que explique la obtención de dichos resultados. Tal vez ocurrió sencillamente porque esas mujeres eran más propensas a tener un parto prematuro, o bien porque el estrés y la ansiedad que genera el reposo incrementa los riesgos.
Pero este no es el primer estudio que se lleva a cabo sobre el tema. Hace unos años, una investigación cuestionó la eficacia del reposo para prevenir el parto prematuro, siendo que no existían diferencias entre las que hacían reposo y las que seguín con su vida normal. Ahora, con este nuevo estudio, no solamente no se han encontrado diferencias, sino que además parecería que es mejor hacer caso omiso al consejo médico.

Polihidramnios: Exceso de líquido amniótico

Lo usual es que la cantidad de líquido amniótico aumente hasta el inicio del tercer trimestre del embarazo, alcanzando su nivel máximo entre las 34 y 36 semanas. Luego, empieza a disminuir de manera gradual hasta el parto.
El exceso de líquido amniótico se conoce como polihidramnios, problema que afecta aproximadamente al 1 por ciento de los embarazos.
El médico podrá sospechar que la mujer tiene mucho líquido amniótico en caso de que el útero esté creciendo más rápido de lo normal, o ante la presencia de malestares en la zona del abdomen, dolor de espalda, falta de aire e hinchazón excesiva en los pies y tobillos. Y para confirmar sus sospechas, se le realiza a la embaraza una ecografía.
En general, los especialistas desconocen cuales son las causas de la mayoría de los casos de polihidramnios, sobre todo cuando son cuadros leves. De todos modos, algunos de los desencadenantes más comunes son:
Diabetes materna
Aquellas embarazadas que padezcan diabetes y no puedan controlar de manera adecuada la enfermedad, son más propensas a tener niveles altos de líquido amniótico. Según datos estadísticos, cerca del 10 por ciento de las embarazadas diabéticas sufren polihidramnios, principalmente durante el tercer trimestre.
Embarazo múltiple
Las embarazadas de mellizos, gemelos o más bebés, tienen un riesgo mayor de presentar niveles altos de líquido amniótico. Incluso, en el caso de un embarazo de gemelos existe la posibilidad de que se produzca el síndrome de transfusión intergemelar, que es cuando uno de los gemelos genera mucho más líquido que el otro.
Anomalías genéticas
Los bebés que poseen altos niveles de líquido amniótico, tienen más probabilidades de padecer una anomalía genética, como por ejemplo síndrome de Down.
Anomalías fetales
Aunque no se suele dar con frecuencia, puede que el bebé presente un problema médico o un defecto congénito por el cual deja de tragar líquido amniótico en tanto que sus riñones siguen produciendo más orina. Esto se puede deber a ciertas complicaciones, como estenosis pilórica, obstrucción del tubo digestivo, labio leporino o fisura palatina. Además, determinados problemas neurológicos, como la hidrocefalia o los defectos del tubo neural, también pueden llevar al bebé a que deje de tragar.
Anemia fetal
En raras ocasiones, la polihidramnios puede presentarse por una anemia grave en el bebé causada tanto por una incompatibilidad de Rh como por una infección como la quinta enfermedad.

Oligohidramnios en el embarazo

Normalmente, la cantidad de líquido amniótico va aumentando hasta el inicio del tercer trimestre del embarazo, llegando a su punto máximo etre las 34 y 36 semanas, que suele ser de alrededor de un litro. A partir de entonces y hasta el momento del parto, comienza a disminuir gradualmente.
La presencia de poco líquido amniótico es un problema que se denomina oligohidramnios. Por el contrario, cuando se tiene demasiada cantidad se llama hidramnios o polihidramnios. En tal sentido, cerca del 4 por ciento de las embarazas poseen niveles bajos de líquido amniótico en alguna etapa de la gestación, generalmente durante el tercer trimestre.
La pérdida de líquido, el tamaño del útero menor a lo normal para el momento del embarazo que se esté transitando o la disminución de los movimientos fetales, son sólo algunos de los indicios que pueden llevar al médico a pensar que la mujer posee poco líquido amniótico. Además, el profesional realizará un mayor seguimiento en aquellas embarazadas que hayan tenido ya un bebé con bajo crecimiento, padezcan de hipertensión arterial crónica, lupus, preeclampsia o diabetes, e incluso cuando se ha sobrepasado la fecha de parto.
No siempre es posible saber que es lo que está causando la existencia de un nivel bajo de líquido amniótico. Lo cierto es que cuanto más tarde surja esta complicación, menos consecuencias tendrá para el bebé.
Entre las causas más comunes de oligohidramnios se encuentran la rotura de membranas, que incrementa el riesgo de infección por el ingreso de bacterias al saco amniótico, problemas de placenta, como puede ser el desprendimiento parcial de la misma, ciertas afecciones, como preeclampsia, hipertensión, lupues o diabetes. A ellas se le agregan los embarazos múltiples y las anomalías congénitas del feto.

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Síntomas de problemas de vesícula en el embarazo

Las hormonas del embarazo, sobre todo la progesterona, relajan los tejidos musculares y afectan a la vesícula, pues como la misma no logra contraerse lo suficiente, parte de la bilis queda almacenada en su interior, favoreciendo la formación de sedimentos o cálculos.
La enfermedad de la vesícula biliar en ocasiones es complicada de detectar en el embarazo porque sus síntomas, náuseas y vómitos, son similares a los de la gestación. No obstante, si tales síntomas no cesan luego del primer trimestre y el médico sospecha que el problema podría ser la vesícula, la forma más sencilla de detectarlo es mediante un ultrasonido.
En general, las mujeres tienen mayor predisposición que los hombres a tener problemas de vesícula. Aunque existen otros factores que influyen como la herencia genética,  el sobrepeso, colesterol alto, consumo elevado de grasas y diabetes.
En la mayoría de los casos, los síntomas de la enfermedad suelen aparecer durante el tercer trimestre del embarazo o después del parto. Aunque también se pueden presentar al comienzo de la gestación, en aquellas mujeres que son más propensas a esta enfermedad.
Es bueno saber que la presencia de sedimentos o piedras en la vesícula no afecta directamente en el bebé. Sin embargo, sí pueden afectarle las consecuencias que la inflamación le genera a la salud de la madre, como puede ser la imposibilidad de alimentarse bien por los constantes vómitos o náuseas.
Durante el embarazo, una forma de reducir los síntomas y potenciales complicaciones es variando la dieta, evitando sobre todo la ingesta de grasas. Hacer ejercicio con regularidad tambien puede ser de ayuda.
En última instancia, el médico será quien valorará los efectos que está provocándole a la madre la enfermedad, ante a los riesgos de someterse a una cirugía. Pero, por lo general, la operación en embarazadas suele tomarse como última opción.

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