Incorporar alimentos sólidos de manera precoz al bebé aumenta los riesgos de sobrepeso

Incorporar alimentos en forma precoz al bebé aumenta los riesgos de padecer obesidad, este dato fue arrojado de una reciente investigación realizada en base a al  estudio de unos 800 niños. Por lo que recién a partir del cuarto mes de vida, y hasta el sexto, resulta conveniente empezar a darle al pequeño lácteos, frutas y cereales.
Al incorporar alimentos en forma precoz a los bebés y alimentándolos también con fórmula, con la consecuente suspensión de  la lactancia,  se expone a los pequeños a cuadruplicar las posibilidades de presentar obesidad al alcanzar los tres años de vida, en contraste con aquellos niños que durante los primeros cuatro meses de vida únicamente se alimentaron con leche materna.
Para la realización del estudio, las madres debían responder acerca de cuándo habían comenzado a darles lácteos, cereales o frutas a sus hijos. Al llegar a los 3 años, el equipo de la investigación, considerando parámetros de Indice de Masa Corporal,  midió el peso y la altura de cada niño que participó del estudio para precisar si eran obsesos.
De este modo, se concluyó que los bebés alimentados exclusivamente con leche materna durante al menos sus primeros cuatro meses de vida, la edad de introducción de sólidos en la dieta no afectó la posibilidad de sufrir obesidad para los tres años. En cambio, aquellos que desde un comienzo habían sido alimentados con fórmula o que a los cuatro meses dejaron de recibir leche materna y empezaron a ingerir sólidos presentaban cuatro veces más posibilidades de padecer problemas de sobrepeso al llegar al tercer año de vida.
De manera que resulta fundamental que los padres conozcan las consecuencias de la manera en que uno alimenta al bebé, para evitar así que en un futuro tenga posibilidades de  ser obeso.

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Trastornos en la piel durante el embarazo

Todo embarazo supone  una transformación prácticamente constante. Producto de los cambios hormonales que se producen en el organismo, muchas mujeres observan que padecen trastornos en la piel que afectan principalmente su estética pero que en la mayoría de los casos suelen desaparecer luego del alumbramiento.
Los problemas más frecuentes son piel seca, irritada, con picores y textura irregular. De todos modos, cada caso precisa ser atendido de manera particular, por lo que ante la mínima duda lo más conveniente es consultar al médico para determinar frente a cuál problema de piel se está.
Lo más conveniente para aquellas mujeres embarazadas que noten cambios en la piel  es contar con una buena crema hidratante, aplicándola en la zona afectada dos o tres veces al día. Incluso, resulta aconsejable utilizar protector solar  para proteger al cuerpo de los efectos del sol, evitando la exposición en las horas de máximo calor.
Otro de los trastornos frecuentes en el embarazo son las manchas en la piel. Para esos casos, lo más adecuado es incluir en la dieta alimentos antioxidantes y emplear cremas exfoliantes para las zonas con pigmentación oscura. Después del parto,  es posible realizar algún tratamiento más intenso para emparejar la piel.
De todos los trastornos hasta aquí mencionados, el más molesto y poco estético son las erupciones en la cara, por lo que no se recomienda el uso de maquillaje puesto que los poros deben respirar lo máximo posible para impedir el exceso de grasa y las irritaciones que puedan ocasionar los cosméticos.
También, pueden presentarse descamaciones en algunas partes del cuerpo, como los codos, el cuero cabelludo y las rodillas, debido a que la piel se cambia permanentemente durante el embarazo.

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Los kilos de más en el embarazo

Una de las consecuencias más visibles del embarazo es, sin dudas, el aumento de peso. En suma, entre el feto, la placenta, el líquido amniótico, y la retención de líquidos, suelen aumentarse normalmente entre 9 y 14 kilogramos. Aunque, muchas mujeres aumentan mucho más de lo aconsejable.
Por eso, durante la gestación, es muy importante cuidarse del aumento de peso, puesto que el peso del bebé irá a depender de lo que engorde la madre en el embarazo. Generalmente, se suele engordar a razón de entre 1kg o 1.5 kg por mes, siendo absolutamente desaconsejable  engordar más de lo debido, porque puede traer consecuencias para la madre y el bebé. En el caso de la madre, puede sufrir sangrados vaginales y desgarros durante el parto o, incluso, hipertensión. Mientras que el bebé tiene posibilidades de padecer obesidad, huesos del cuello rotos u hombros pegados en el parto.
Por consiguiente, la alimentación de la mujer debe ser sana y equilibrada. Y si para ello se precisa un poco de ayuda, lo recomendable es consultar con un especialista en nutrición.
Algunos consejos que puedes poner en práctica: jamás hay que omitir el desayuno, ya que es la comida más importante del día, es preferible realizar seis comidas diarias, hay que comer de forma moderada y tener mucho cuidado con los “antojos”.
Bajo ningún concepto hay que dejar de comer, nada más alejado de una dieta sana. La falta de nutrientes puede ocasionarle al bebé  retardo en el crecimiento dentro del útero, menor coeficiente intelectual así como mayor índice de mortalidad infantil perinatal.
Durante el embarazo, no sólo la futura mamá aumenta de peso sino que también suele engordar el padre, básicamente debido a los antojos y las comidas copiosas que prepara la embarazada para saciar su hambre.
Si tienes algún tipo de duda, lo más conveniente es que consultes primero con tu médico obstetra, seré él quien evaluará tu peso y quien, de ser necesario, te derivará con un nutricionista.

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Beneficios del ácido fólico en el desarrollo del bebé

Un estudio reciente, realizado por el Instituto Noruego de Salud Pública, ha podido determinar los beneficios del ácido fólico luego del parto. De modo que, además de prevenir defectos congénitos, también puede disminuir las probabilidades de que un bebé presente retraso en el aprendizaje del lenguaje.
Para arribar a esta conclusión, los investigadores analizaron los datos de 38.954 niños noruegos, estudiando los casos en los que las madres tomaron ácido fólico y madres que, aparte del ácido fólico, tomaron suplementos vitamínicos durante todo el embarazo. En comparación con las madres que no tomaron los suplementos, los resultados indicaron una importante disminución del riesgo de que el bebé padezca retraso severo en la adquisición del lenguaje. De este modo, los investigadores sostienen que los beneficios se extienden más allá del nacimiento del bebé.
Un 0,9% de los niños, cuyas madres solamente tomaron suplementos vitamínicos, padecieron un retraso significativo del lenguaje, lo mismo sucedía con las madres que no tomaron nada durante el embarazo. En el segmento de mujeres que tan solo tomaron ácido fólico junto con suplementos vitamínicos, el retraso se redujo hasta un 0,4%.
Como es bien sabido, el ácido fólico constituye uno de los suplementos que los médicos especialistas recomiendan a todas las embarazadas en pos de una correcta formación del feto, previniendo así problemas tales como la espina bífida, los defectos congénitos en el corazón, el labio leporino o el paladar hendido, etc.
De acuerdo a los resultados obtenidos, el ácido fólico cumple un papel muy importante tanto en el desarrollo neurológico del bebé como en la comprensión de los procesos biológicos asociados al desarrollo neurológico alterado.
Este estudio sirve para respaldar la necesidad de tomar el suplemento a lo largo de la gestación, aunque algunos expertos señalan que serán necesarios nuevos estudios.

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Efectos del yogur bajo en grasas en el embarazo

Muchas mujeres, durante el embarazo, procuran cuidar la línea para intentar engordar lo menos posible, preocupándose por conservar una imagen similar a la de antes de la gestación. Esto es lo que lleva a algunas madres a ingerir alimentos bajos en grasa durante el embarazo. En relación a esto, un estudio realizado por la Escuela de Salud Pública de Harvard (HSPH) ha determinado que esta práctica, sobre todo  en el caso de los yogures con contenido reducido en grasas, podría aumentar el riesgo de que el futuro bebé padezca rinitis alérgica o asma.
El objetivo del estudio residía básicamente en determinar si los ácidos grasos, que están presentes tanto en la leche como en los productos lácteos, podían servir para prevenir que los bebés no desarrollen estos problemas y otras afecciones de carácter alérgico. Para ello, se llevó a cabo un análisis de los productos lácteos que ingirieron las mujeres embarazadas que participaron del estudio. Además, posteriormente se realizó un seguimiento a los bebés para precisar la cantidad de casos en los cuales se desarrollaba rinitis o asma infantil. De este modo, los resultados han revelado que la leche no tenía relación alguna, lo que sí ocurría con la ingesta de yogures bajos en grasa durante la gestación.
Según el estudio, en comparación con las madres que consumían yogures enteros, la ingesta de yogures reducidos en calorías aumentaba en 1,6 veces las posibilidades de que los bebés sufrieran alguna de las enfermedades mencionadas cuando llegaran a la edad de 7 años. Los investigadores llegaron a la conclusión de que ciertos componentes no grasos de los yogures pueden desempeñar un esencial en el incremento del riesgo.
Éste representa el primer estudio que se realiza buscando la relación del consumo de esta clase de yogures con las enfermedades de los futuros bebés. De todos modos, la hipótesis de esta investigación no es del todo concluyente, por lo que  los expertos han indicado que será necesario efectuar nuevos estudios enfocándose en otras líneas de investigación, como por ejemplo el tipo de dieta y hábitos alimentarios, seguimiento del consumo de ciertos alimentos con y sin grasa, por mencionar sólo algunas.
Los extremos nunca son buenos, por lo que un término medio es lo más conveniente. De manera que una dieta saludable y equilibrada, sería lo más adecuado para asegurar que los futuros bebés puedan desarrollarse de forma adecuada, contando con todos los nutrientes para ello y, por consiguiente, disminuir el riesgo de sufrir ciertas enfermedades y alergias.
Si tienes alguna duda al respecto, lo mejor es consultar con tu médico para que te recomiende la dieta más conveniente, la cual irá a depender siempre de las condiciones físicas de cada mujer.

Efectos de la contaminación en la salud de los recién nacidos

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Granada reveló que los contaminantes ambientales determinan tanto el peso como la talla de los recién nacidos. El estudio se centra en los xenoestrógenos, que constituyen compuestos químicos que son producidos por las personas, insecticidas, lubricantes, tintes, lociones, pinturas, etc. De esta manera, la mayor exposición a esta clase de contaminantes ambientales se vincula con un mayor peso del bebé.
Al mismo tiempo, los resultados del estudio demuestran que las mujeres embarazadas que residen en ciudades grandes están más expuestas a los xenoestrógenos que las embarazadas que viven en áreas rurales.
Para arribar a esta conclusión, los investigadores se basaron en los datos brindados por un grupo de mujeres embarazadas que residían en Madrid y Granada. El primer grupo vivía en su mayoría en zonas urbanas, mientras que el segundo grupo lo hacía en aéreas rurales.
La exposición a los xenoestrógenos se halla condicionada por diversos factores, como  el estilo de vida, la salud, las características antropométricas y sociodemográficas, el tipo de trabajo y las condiciones del mismo, y la carga estrogénica total efectiva, que son datos vinculados al parámetro de exposición. Los resultados obtenidos dan cuenta de la influencia de la estrogenicidad de los elementos acumulados en la placenta en el desarrollo fetal.
En fin, este estudio demuestra los efectos que tiene la contaminación ambiental en la salud de los recién nacidos.

Ictericia en el recién nacido

Absolutamente todos los recién nacidos, poseen niveles altos de bilirrubina en la primera semana de vida. Incluso, entre el 60 y el 70 por ciento de los casos derivan en ictericia, que consiste en la coloración amarillenta de la piel y en la esclera, parte del ojo, a causa de un aumento en los índices de bilirrubina en la sangre. De este modo, la bilirrubina es depositada en la piel, así como en los huesos y tejidos del cuerpo; empezando por la cara, siguiendo por la cabeza hacia los pies y al descender lo hace a la inversa.
Se trata de una característica muy común y en la mayoría de los casos es de naturaleza benigna,  solucionándose de forma espontánea o con ayuda de los profesionales médicos. Pero en algunos casos, se transforma en un problema que puede devenir en daño neurológico permanente e inclusive la muerte.
El aumento de bilirrubina en la sangre se produce por diversos motivos. Por un lado, mientras permanece en el vientre materno, el bebé precisa una gran cantidad de glóbulos rojos.  Pero al nacer, requiere menos cantidad, de modo que son destruidos y se transforman en bilirrubina, la cual ve incrementado su nivel, que por lo general se estabiliza en los primeros días de vida.
También, es posible hablar de ictericia fisiológica y de ictericia por leche materna.
La ictericia fisiológica es la que se presenta entre el segundo y quinto día de vida del bebé, aumentando los índices de bilirrubina desde el nacimiento hasta el quinto día, para luego disminuir de manera progresiva hasta alcanzar niveles normales en el lapso de unos días o semanas, mientras el hígado madura produciendo la enzima glucoronil transferasa, la cual ayuda a eliminar la bilirrubina. En este caso, es altamente recomendable la lactancia materna ya que las grasas que aporta estimulan el funcionamiento de los intestinos, favoreciendo la evacuación del meconio y evitando así que la bilirrubina sea reabsorbida. Además, la fototerapia es un tratamiento que también ayuda a reducir el alto nivel de bilirrubina.
En tanto que la ictericia por leche materna representa una prolongación de la ictericia fisiológica del bebé, y se produce por una reacción a una sustancia de la leche materna, la cual incrementa la absorción de bilirrubina en el intestino del recién nacido.

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¿Qué indica el perímetro cefálico?

Cada vez que llevamos a nuestro bebé al pediatra podemos ver que una de las rutinas es medir el perímetro cefálico, que constituye la medida del contorno de la cabeza en su parte más grande.
Dicha medida, que se toma desde el momento que el bebé nace hasta los 3 años de edad, le sirve al pediatra para controlar el correcto desarrollo del niño. De este modo, se obtiene un récord de medidas, que dependen del sexo y edad del pequeño, que formarán una curva que servirá para precisar si las mismas se hallan dentro de los parámetros normales.
En caso de que la curva de crecimiento del perímetro cefálico tienda a estar fuera de los parámetros normales, esto puede ser un indicador de algún problema. Por consiguiente, si el perímetro cefálico es mayor a lo normal, puede ser síntoma de meningitis, sangrado interno de la cabeza, hidrocefalia,  tumores cerebrales, macrocrania, enfermedad de Canavan,  Síndrome de Morquio o Síndrome de Hurler.
No obstante ello, es bueno saber que un solo síntoma no hace una enfermedad, de modo que si su hijo posee cabeza grande, incluso superando los límites normales pero su desarrollo en general es normal y si posee predisposición familiar a tener cabeza grande, podría tratarse de Macrocefalia familiar benigna. El diagnóstico, debe ser evaluado en todos los casos por el médico.
Por otro lado, en caso que un perímetro cefálico sea menor, esto puede estar indicando: microcefalia, mal desarrollo del cerebro, desnutrición y fusión temprana de los huesos del cráneo.

El reflujo en los bebés

Cuando el bebé tiene reflujo, regurgita pequeñas cantidades de leche, generalmente tras alimentarlo o al eructar. Esto se produce porque la válvula superior del estómago no cierra correctamente o, también, cuando el bebé toma mucha leche.
El reflujo es muy común en los bebés y, desde ya, va mejorando con el tiempo, aunque puede extenderse hasta el año de edad aproximadamente. Como se tratan de pocas cantidades, no se considera peligroso.
En ocasiones, se suele confundir la regurgitación o reflujo con el vómito, aunque se trata de dos cosas distintas. La diferencia reside en que el vómito precisa de esfuerzo, tiene lugar en cualquier momento, las cantidades son mayores, y se siente cierto malestar antes y después de producirse el vómito, el cual es peligroso en sí mismo para cualquier niño.
Si el médico establece que la regurgitación o reflujo del pequeño es normal, es decir, sin complicaciones,  es necesario respetar algunas recomendaciones para intentar controlarlo: hay que disminuir la cantidad de leche porque cuando su estómago se encuentre completamente lleno el bebé tenderá a regurgitar más, así como no darle leche muy seguido para que el estómago del bebé no se recargue con demasiada leche. Además, lo más conveniente es alimentar al pequeño, ubicándolo a éste en posición vertical, tratando de evitar tras ello realizar juegos bruscos con el bebé.
De este modo, si su bebé tiende a regurgitar y observa síntomas tales como: regurgitación de sangre, atragantamiento y obstrucción de la respiración, bajo peso, y malestar, es necesario acudir al médico de manera inmediata.

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Síntomas que ponen en riesgo la vida de un recién nacido

Según lo publicado en la revista The Lancet, la primera semana de vida del bebé es la etapa en que se producen más muertes infantiles. Dicha afirmación se desprende de una investigación que realizó esa publicación, a través de la cual se precisaron algunos síntomas que sirven para diagnosticar a tiempo enfermedades que pueden ocasionar el fallecimiento del bebé en su primera semana de vida.
Uno de los síntomas de los que hace referencia la investigación se centra en la dificultad del recién nacido para alimentarse. Por ello, si el bebé regurgita demasiado, debido a que poseen un exceso de ácido estomacal, o posee abundante moco espumoso en la boca, pueden ser un síntoma que indique la presencia de una enfermedad denominada atresia y fístula, la cual se desencadena cuando el esófago y la tráquea no se encuentran del todo desarrollados.
Por su parte, las convulsiones pueden ser síntoma de que el pequeño sufre de epilepsia así como de algún trastorno neurológico.
También, cuando el recién nacido presenta letargo, es decir, cuando solamente se mueve al ser estimulado, puede estar indicando diversas enfermedades, como por ejemplo la hipoglucemia, la cual se desata cuando la cantidad de glucosa en la sangre se encuentra por debajo de lo normal.
En cuanto a la temperatura corporal, si ésta es igual o mayor a 37,5 grados puede suponer alguna enfermedad o infecciones; mientras que si se sitúa por debajo de los 35,5 grados también es peligroso en especial si se trata de bebés prematuros.
Si la respiración es igual o mayor a 60 alientos por minuto, no es un buen indicador. La tasa de respiración de un bebé es de 40 alientos por minuto, por lo que se si el bebé mantiene una respiración agitada gran parte del tiempo es un síntoma que necesita ser estudiado por un profesional médico ya que el pequeño podría padecer algún problema respiratorio.
Por último, la investigación publicada por The Lancet señala que en caso que el pequeño posea una retracción grave del esternón da cuenta de la existencia de una dificultad en la inhalación del oxígeno, por la cual se retrae el tórax hacia las costillas por debajo del esternón o por encima de la clavícula.