El parto vaginal incrementa el riesgo de sufrir incontinencia urinaria a futuro

Un estudio llevado a cabo en Suecia reveló que las mujeres que tienen a sus hijos mediante parto vaginal, poseen una mayor tasa de incontinencia urinaria durante la menopausia, en comparación con aquellas a quienes tuvieron sus hijos por cesárea.
Esto se debe a que la cabeza del bebé ejerce una gran presión sobre los músculos por los cuales pasa en el momento del parto, por lo cual esos mismos músculos pueden resultar dañados.
El estudio, que fue realizado por la Academia de Sahlgrenska de la Universidad de Gotemburgo, logró de este modo determinar que el 40% de las mujeres que tuvieron a sus hijos por parto normal sufrieron de incontinencia urinaria en distintos grados al llegar a la edad madura, en contraste con la tasa del 29% de aquellas mujeres que tuvieron a sus hijos por cesárea.
Pero incluso el estudio demostró que en aquellas mujeres que comenzaron el trabajo de parto pero, por diversos motivos, terminaron en cesárea, el riesgo de padecer incontinencia, en comparación con aquellas que tuvieron una cesárea programada, es el mismo.
Esto no quiere decir que se promueva la cesárea, sino que debe estudiarse la forma de evitar la incontinencia futura.
Vale aclarar que el sobrepeso en el embarazo implica una sobreexigencia mayor en la musculatura pélvica, lo cual también incrementa los riesgos a futuro de sufrir incontinencia. Aunque, claramente, este es un factor que puede evitarse.

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La duración del trabajo de parto se extendió en las últimas décadas

Dos Institutos Nacionales de los Estados Unidos a través de un estudio lograron determinar que las mujeres poseen un promedio de dos a tres horas más de trabajo de parto en contraste con lo que sucedía en la década del 60’.
Si bien se desconocen en verdad cuáles son las causas de dicho fenómeno, se piensa que la utilización de anestesia epidural puede estar relacionado con ello, puesto que en el 55% de los partos se emplea este método analgésico.
Por su parte, otras de las razones por las que las mujeres demoran más tiempo en dar a luz son los partos inducidos con hormonas artificiales y las cesáreas planificadas.
Asimismo, la investigación dio a conocer que el 12% de las mujeres consultadas tuvo un parto por cesárea, lo cual contrasta de forma notoria con el 3% de estos partos en los años 60’. Es importante destacar que en los partos por cesárea, al 31% de mujeres se le aplicó la oxitocina, una hormona que estimula las contracciones.
Según los obstetras estadounidenses, también los del resto del mundo tendrían que repensar la idea de trabajo de parto, pues es más que claro que un excesivo intervencionismo médico retarda en las mujeres el desarrollo de procesos naturales.

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Buscan reducir los porcentajes de cesáreas en España

En España se está buscando disminuir la cantidad de cesáreas, que actualmente sobrepasan el 25 por ciento de los partos. Hoy en día, son muchas las mujeres que, por distintos motivos, prefieren tener a sus bebés por cesárea, al margen de los casos en que es aconsejada por el médico.
Esta clase de operación es óptima cuando se complica el parto, pero debemos saber que, tras realizarse la primera cesárea, en los siguientes partos los profesionales médicos usan nuevamente el mismo método, evitando el parto natural.
En países como los Estados Unidos, el 90 por ciento de los partos realizados luego de la primera cesárea se producen empleando el mismo método. Si bien en España el porcentaje es bastante menor, continúa siendo significativo.
Ante este panorama, las autoridades están poniendo especial énfasis para que tales porcentajes se reduzcan, aunque los estudios indican que en el caso de un segundo parto la cesárea resulta mucho más segura que el parto vaginal.
Según una investigación realizada recientemente, el riesgo de que un bebé muera en el parto o sufra serias complicaciones supera el 2.3 por ciento, en contraposición a una segunda cesárea programada que alcanza solo el 0.9 por ciento.
No obstante ello, los especialistas coinciden en que no es posible sacar la conclusión de que un método sea más seguro que otro.
Vale aclarar que todos los partos tienen ciertos riesgos, independientemente de cómo se realicen

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Parto domiciliario planificado

Actualmente, cada 600 partos uno es realizado en el hogar de forma planificada, aunque este número aumenta notablemente en el caso de los partos domiciliarios que se producen de manera imprevista. Ante tales cifras, que fueron reveladas por el grupo de Educer, los ginecólogos recomiendan conocer el índice y el tipo de complicaciones que pueden llegar a presentarse.
Según Educer,  el 0.17 por ciento de los partos que se producen en España son realizados en el hogar a pedido de los padres. Por su lado, el Instituto Nacional de Estadística indicó que, de los 478.037 partos que se produjeron en 2010, 1298 han sido domiciliarios.
Generalmente, gran parte de los partos que se producen en el hogar se debe a razones de urgencia, dificultades de acceso u otras circunstancias que impiden el traslado de la madre al centro hospitalario.
Para poder ajustar los datos a cifras reales, han sido descartados aquellos partos que se produjeron en lugares que carecen de profesionales dedicados a esta clase de parto, siendo que 20 ciudades se hallan en tales circunstancias.
Los profesionales médicos no dudan en afirmar que hay evidencias a nivel internacional acerca de que el parto en casa asistido por especialistas no reviste mayores riesgos, por lo que es considerado más seguro tanto para la salud de la madre como la del bebé.
De todas maneras, a pesar de tales datos, existen numerosas investigaciones que sostienen que no se encuentran en condiciones de afirmar la seguridad de estos partos. Por ejemplo, el American Journal of Obstetrics and Ginecology publicó que dos de cada mil pequeños muere en los partos domiciliarios. Aunque quienes están a favor de este tipo de partos remarcan que dichas cifras mezclan los partos que son asistidos con los que no lo son.

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Parto de nalgas

Un parto de nalgas se da cuando el bebé no se encuentra en la posición habitual para el parto, es decir, con la cabeza abajo. Aproximadamente a los ocho meses de gestación, no hay mucho espacio en el útero y, en la mayoría de los casos, los bebés maximizan su pequeño espacio ubicándose cabeza abajo, posición que recibe el nombre de «presentación cefálica o de vértice».
En los partos a término, alrededor del 97 por ciento de los bebés adoptan la posición denominada presentación cefálica, y el resto se encuentran mayormente de nalgas.
Hay diversas posturas de nalgas: nalgas francas, cuando el bebé posee las nalgas abajo, con las piernas dobladas y los pies cerca de la cabeza; nalgas completas, cuando tiene las nalgas abajo y las piernas cruzadas estilo indio; y la posición podálica, cuando están uno o los dos pies abajo, preparados para salir primero.
Habitualmente, el médico tiene la posibilidad de conocer en qué posición se halla el bebé al tocar el abdomen de la embarazada, pudiendo así localizar tanto la cabeza como la espalda y las nalgas del bebé. Si con el tacto abdominal no queda bien claro cuál es la posición del bebé, el médico puede optar por realizar un tacto vaginal para poder precisar de ese modo qué parte del bebé se encuentra en la pelvis. De todos modos, en algunos casos puede que necesite hacer un ultrasonido para corroborar la posición del bebé.
Lo más común es que, si el bebé está de nalgas, se le practique a la madre una cesárea, pues esa es la forma más segura de dar a luz. Aunque existen casos en que aun así el bebé nace por parto vaginal.
En la semana 37, el bebé aún se puede dar vuelta por sí solo. Por lo que  previo a realizar la cesárea, se le practica a la madre un ultrasonido para confirmar que el bebé continúa de nalgas.

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Riesgos del embarazo prolongado

Entre 37 a 42 semanas es lo que dura un embarazo normal. Cuando se sobrepasan las 42 semanas, contando a partir de la fecha de la última menstruación, es considerado un embarazo prolongado y, por ende, de alto riesgo. Dicha situación, ocurre con mayor frecuencia en mujeres menores de 35 años, generalmente madres primerizas.
Normalmente, se aguarda hasta la semana 41 y, en caso de no desencadenarse el parto,  se evalúa a través de ultrasonidos realizar una inducción o una cesárea para evitar futuras complicaciones. Para ello,  se lleva a cabo un seguimiento al estado de salud del bebé, evaluando los movimientos fetales, la frecuencia cardíaca y el funcionamiento de los órganos, entre otras cosas; la cantidad de líquido amniótico, ya que si disminuye  puede provocar trastornos en el feto; el buen funcionamiento del cordón umbilical para asegurar la buena nutrición del bebé, caso contrario habrá sufrimiento fetal; el estado de la placenta, pues si está madura no garantiza la nutrición del bebé, corroborar si el bebé elimina materia fecal (meconio), a través de la observación del líquido amniótico; y la madurez de los pulmones, para verificar si el bebé se encuentra preparado para respirar por sus propios medios.
Mientras no existan problemas en la gestación, se suele aguardar hasta la semana 42 para hacer una inducción del parto o una cesárea. Pasado ese lapso, se corre el riesgo de que el bebé aspire el meconio a sus pulmones.

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Cómo reconocer las contracciones uterinas de falso parto

Hoy haremos referencia a las contracciones uterinas de falso parto, las cuales suelen despertar dudas sobre todo durante las últimas semanas del embarazo, ya que nos hacen pensar que ha comenzado el trabajo de parto. Aunque sólo se trata de una falsa alarma. Vale recordar que en los días anteriores al parto aparecen contracciones que poseen la función de ablandar y acortar el cuello uterino, con el propósito de que pueda dilatarse. Éstas son contracciones difíciles de detectar, en especial en las madres primerizas.
Las contracciones uterinas de falso parto, por lo general, son breves e irregulares, no poseen una duración o intervalos de tiempo establecidos, y  derivan en falsas alarmas que algunas madres pueden interpretar como el comienzo del parto. Lo importante es saber que, si las mismas no aumentan en intensidad y frecuencia, no se las debe tener en cuenta, sólo constituyen una  señal de que pronto se iniciará el verdadero trabajo de parto.
Estas contracciones de falso parto abarcan la zona del útero, desde la parte superior hasta la zona inferior del mismo. No son dolorosas y se las puede reconocer por algunos signos característicos como el endurecimiento del abdomen y el incremento de la tensión abdominal. Esta clase de contracciones pueden darse desde la semana 26 de gestación y a medida que el embarazo es más avanzado se tornan más evidentes.
Reconocer las contracciones reales no es algo difícil, por cierto, ya que presentan pautas de tiempo y duración, al contrario de lo que ocurre con las contracciones uterinas de falso parto. A esto se le deben sumar los dolores que sufren las futuras mamás con ellas, algo que no sucede con las falsas, las cuales sólo producen una leve molestia.
De modo que las señales que indican que el trabajo de parto está por desencadenarse son la sensación de que el bebé a descendido, el aumento de la secreción vaginal, la secreción de líquido amniótico por la vagina debido a la fisura o rotura de la bolsa amniótica y, desde ya, las contracciones de parto, acompañadas de dolores, con una duración e intensidad en aumento.
Por consiguiente, un falso parto se diferencia de uno verdadero por el tipo de contracciones indoloras, que desaparecen al descansar, caminar o cuando se cambia de posición. Mientras que en un trabajo de parto verdadero, las contracciones aparecen en intervalos regulares de entre 30 y 70 segundos, que aumentan su frecuencia de a poco y que no desaparecen por más que se cambie de posición, se descanse o camine.
Sencillamente, las contracciones uterinas de falso parto sirven de entrenamiento para el útero y representan una señal de que el verdadero trabajo de parto se aproxima.

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Parto en el agua

El parto en el agua, encuentra defensores y detractores por igual. Quienes defienden esta práctica, manifiestan que el sufrimiento del feto en el parto es mínimo. En cambio, sus detractores, sostienen que puede ser contraproducente ya que el bebé demora en aprender a respirar por sí solo. En cualquiera de los casos, debe efectuarse en condiciones específicas y siempre bajo la supervisión de un médico especialista, para evitar cualquier tipo de riesgos.
A diferencia de lo que sucede en el parto convencional, cuando comienzan las contracciones, la mujer se sumerge en una bañera, donde el agua, que debe encontrarse a una temperatura de 37 grados centígrados, facilita la dilatación.
En estos casos, la madre logra una mayor relajación gracias al contacto de su cuerpo con el agua. De este modo, el organismo segrega un mayor número de endorfinas, que constituyen las hormonas que atenúan el dolor.
Llegado el momento del nacimiento, hay algunas mujeres que deciden salir de la bañera para parir a su hijo en una cama o, incluso, sentadas en una silla. No obstante, por lo general, el nacimiento del bebé se produce en el agua.
La cuestión de que la cabeza del bebé, al asomarse, se encuentre unos minutos boca abajo dentro del agua, no supone ningún riesgo para su salud debido a que aún respira por medio del cordón umbilical.
Luego de que el cuerpo del recién nacido ha salido, a veces con ayuda de  una episiotomía,  el médico saca al bebé del agua, momento en que empieza a respirar por sí mismo.
Hay quienes consideran que en esta clase de partos, cuando los bebés se hallan en el exterior y establecen su primer contacto en el agua, casi no sufren porque el nacimiento se produce en un ambiente bastante parecido al que tuvo durante los nueve meses de gestación, mientras se encontraba en el interior de la bolsa de líquido amniótico.
Hay que tener en cuenta que estos nacimientos sólo son posibles en aquellos casos en que el embarazo haya transcurrido con absoluta normalidad, sin que hayan surgido ningún tipo de problemas durante la gestación.
De todos modos, algunos expertos se animan a sostener que los bebés que nacen mediante este tipo de práctica pueden presentar dificultades para respirar por sí solos porque vienen al mundo adormilados.

Parir con ayuda de fórceps o ventosas

En ocasiones, durante el parto, es necesaria la utilización de ciertos elementos para ayudar en la expulsión del bebé, tal como es el caso del fórceps y la ventosa, los cuales solo pueden ser utilizados cuando la cabeza del feto se encuentra en el canal de parto y existen evidencias de sufrimiento fetal.
El parto con fórceps es efectuado durante la fase expulsiva, cuando el cuello del útero se halla completamente dilatado y la cabeza del feto ha descendido al canal de parto.
Los fórceps constituyen una especie de pinzas que son encajadas a los lados de la cabeza del bebé, que sirven de ayuda cuando el feto no logra continuar descendiendo por la pelvis de la madre o, también, cuando el bebé se encuentra de nalgas o en posición posterior. Asimismo, se usan cuando las contracciones son muy débiles y en los casos en los que la mujer carece de fuerzas para continuar pujando, al final del parto.
Por su parte, la ventosa obstétrica es utilizada como alternativa al fórceps. Es introducida por el médico hasta quedar fijada en la cabeza del feto y, con la ayuda de  las contracciones, facilita sacar al bebé hacia el exterior.
Al igual que sucede con los fórceps, las ventosas solamente son empleadas cuando, durante la fase de expulsión, hay evidencias de sufrimiento fetal o en el caso de parto prolongado.