Falta de aliento en el embarazo

Durante el segundo trimestre del embarazo, las mujeres, además de  ya padecer los cambios hormonales, empiezan a tener cambios físicos notorios, la barriga crece y los órganos comienzan a disponer de menos espacio.
En el caso del aparato respiratorio, éste no será la excepción, puesto que se ve afectado por la progesterona, una hormona que hace que se respire más hondo para expandir la capacidad pulmonar y abastecer de oxígeno al bebé; así como por el crecimiento del útero, empujando el diafragma y apretando los pulmones al expandirse para respirar; y otras hormonas, que provocan hinchazón de los capilares del tracto respiratorio. Todo esto, es algo que la madre puede percibir como una falta de aliento.
Para ayudar a aliviar un poco la falta de aliento es recomendable mantenerse erguida cuando está de pie o sentada, y dormir con varias almohadas. Asimismo, no se deben realizar movimientos bruscos, para evitar acelerar el trabajo del corazón y los pulmones, utilizar vestimenta cómoda y holgada, y hacer ejercicio.
De todas maneras, es necesario mantenerse alerta en caso de poseer grandes dificultades al respirar, pulso acelerado, si sufre mareos y desmayos, dolor en el pecho, o si padece asma. En cualquiera de los casos, es necesario consultar con el médico.
 Esta falta de aliento es muy común que continúe durante todo el embarazo, soliendo mejorar en las últimas semanas de gestación, cuando el bebé se pone en posición para nacer, cediéndole mayor espacio a los órganos, como es el caso del diafragma y los pulmones.

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Riesgos del embarazo prolongado

Entre 37 a 42 semanas es lo que dura un embarazo normal. Cuando se sobrepasan las 42 semanas, contando a partir de la fecha de la última menstruación, es considerado un embarazo prolongado y, por ende, de alto riesgo. Dicha situación, ocurre con mayor frecuencia en mujeres menores de 35 años, generalmente madres primerizas.
Normalmente, se aguarda hasta la semana 41 y, en caso de no desencadenarse el parto,  se evalúa a través de ultrasonidos realizar una inducción o una cesárea para evitar futuras complicaciones. Para ello,  se lleva a cabo un seguimiento al estado de salud del bebé, evaluando los movimientos fetales, la frecuencia cardíaca y el funcionamiento de los órganos, entre otras cosas; la cantidad de líquido amniótico, ya que si disminuye  puede provocar trastornos en el feto; el buen funcionamiento del cordón umbilical para asegurar la buena nutrición del bebé, caso contrario habrá sufrimiento fetal; el estado de la placenta, pues si está madura no garantiza la nutrición del bebé, corroborar si el bebé elimina materia fecal (meconio), a través de la observación del líquido amniótico; y la madurez de los pulmones, para verificar si el bebé se encuentra preparado para respirar por sus propios medios.
Mientras no existan problemas en la gestación, se suele aguardar hasta la semana 42 para hacer una inducción del parto o una cesárea. Pasado ese lapso, se corre el riesgo de que el bebé aspire el meconio a sus pulmones.

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La toxoplasmosis en el embarazo II

Dentro de los estudios de rutina solicitados por el médico durante el embarazo está el de la toxoplasmosis. Los análisis de sangre pueden detectar la presencia de anticuerpos de la toxoplasmosis, los cuales indican inmunidad o bien una infección reciente.
Algunos de los síntomas de la enfermedad son: inflamación de los ganglios linfáticos del cuello sin dolor y otros síntomas más leves, como dolores musculares, fatiga, dolor de cabeza y fiebre.
Durante la gestación, puede sospecharse la presencia de toxoplasmosis cuando en una ecografía se observan algunas anomalías en el feto. De todos modos, la mayor parte de los bebés infectados no presentan ninguna anormalidad.
En caso que los resultados indiquen que la madre ha contraído toxoplasmosis en el embarazo, su médico le suministrará un antibiótico para reducir el riesgo de transmitirle la enfermedad al bebé. Y para determinar si el bebé ha sido contagiado, se le realizará un análisis de ADN especial del líquido amniótico así como una serie de ecografías.
Si el bebé contrae toxoplasmosis, las consecuencias pueden ser de leves a graves. Incluso, la infección puede ocasionar un aborto espontáneo, la muerte del bebé al nacer o fallecimiento tiempo después del nacimiento.
Asimismo, la toxoplasmosis congénita puede llegar a afectar el cerebro del pequeño, provocando problemas estructurales y neurológicos, como retrasos mentales o trastornos de motricidad, parálisis cerebral y epilepsia. También, otros órganos pueden resultar afectados, en especial los ojos, produciendo alteraciones en la visión y hasta ceguera.
Al nacer, algunos bebés presentan síntomas de toxoplasmosis como hepatomegalia, aumento del tamaño del hígado, ictericia, bajo recuento de plaquetas, infección cardiaca o pulmonar, esplenomegalia, aumento del tamaño del bazo; sarpullido y adenopatía, aumento del tamaño de los ganglios linfáticos.
No obstante, la mayoría de los bebés que tienen toxoplasmosis congénita, sobre todo aquellos infectados en el último trimestre del embarazo, al nacer parecen normales pero luego de unos meses o incluso años, pueden desarrollar problemas de gravedad.
Por este motivo, el tratamiento es efectivo para los bebés pues disminuye el avance de la enfermedad. Y si bien el tratamiento al que es sometido el bebé luego del nacimiento no puede revertir todo el daño ocasionado, sí logrará reducir el riesgo de desarrollar nuevos problemas durante la infancia y a lo largo de su desarrollo.

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Bebés con síndrome congénito de la rubéola

Los tres primeros meses de gestación son de vital importancia ya que  es en esta etapa cuando se desarrollan los órganos y sistemas principales del bebé. Por eso, en caso que la madre durante ese periodo contraiga rubéola, una enfermedad viral, existe el riesgo de contagiar al bebé, pudiendo llegar a ocasionar un aborto espontáneo o el síndrome congénito de la rubéola, provocándole defectos congénitos al feto.
Los bebés con síndrome congénito de la rubéola, por lo general presentan defectos congénitos, como bajo peso al nacer, neumonía, diarrea, meningitis, anemia, irritabilidad y letargo; que irán superando tras el nacimiento.  También, pueden padecer leucocoria, tono muscular anormal, manchas en la cara y/o cuerpo y tendencia sangrar por anomalías de la sangre, pudiendo comprometer también el hígado y bazo.
Los bebés que han nacido con defectos congénitos pueden llegar a desarrollarse con normalidad, superando con cirugías y terapias los problemas, de forma parcial o total. En realidad, todo irá a depender del tipo de defecto que presente y la intensidad del mismo, excepto los problemas que atacan el sistema nervioso, los cuales son irreversibles.
El síndrome congénito de la rubéola, puede ocasionar problemas visuales, auditivos, cardíacos y daños en el  sistema nervioso central.
Pero hay bebés que nacen con el síndrome y no presentan ningún tipo de síntoma, aunque es necesario hacerle un seguimiento en su desarrollo pues existe la posibilidad de  que puedan presentar problemas a futuro, como ser problemas de visión, audición, aprendizaje y comportamiento, que se vuelven visibles a una edad más avanzada.
La mayoría de las mujeres son inmunes a la rubéola, por haber sido vacunadas durante la infancia o haber padecido dicha enfermedad. Pero en caso que se tenga alguna duda, se puede realizar una prueba de sangre para ver si posee anticuerpos contra la enfermedad, en especial antes de buscar un embarazo.
En cuanto a la vacuna, vale decir que la misma se debe administrar 3 meses antes de la concepción, no pudiendo administrarse, bajo ningún punto de vista, durante el embarazo excepto que la madre haya estado en contacto directo con un enfermo y el médico se lo indique. Aquellas  mujeres que dan de lactar pueden ser vacunadas, pues no perjudicará la leche ni a su hijo.
Un dato que vale la pena destacar, si la madre sufre rubéola en el primer trimestre del embarazo, existe un 25 por ciento de probabilidades de que el bebé posea defectos congénitos. Después de las 20 semanas de embarazo, los riesgos se reducen considerablemente.

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El peso en el embarazo

Por lo general, se suele asociar el embarazo con el aumento de peso, aunque eso no siempre ocurre, pues existen mujeres que cursan los últimos meses de gestación  y que solamente poseen barriga, pero no están gordas.
Vale aclarar, entonces, que embarazo no es sinónimo de obesidad, por lo que no subir de peso durante las primeras semanas de gestación es normal, incluso hay algunas mujeres que bajan de peso en esta etapa a causa de los mareos y náuseas típicas del embarazo.
Normalmente, las mujeres concurren a su primera consulta con el médico en el segundo mes de embarazo aproximadamente. Todas conocen bien cuál era su peso promedio antes de quedar embarazadas, pero en el lapso de tiempo transcurrido entre la concepción y la primera consulta se suceden cambios hormonales que producen las náuseas y los vómitos provocando que bajen de peso, en lugar de subir.
La salud del bebé no corre riesgo en esta primera etapa, pues sus necesidades alimenticias son reducidas si las comparamos con las que precisará luego. Tras esta primera etapa, sí es muy importante que la mujer aumente de peso, ya que el feto va a necesitar mucho más alimento para poder desarrollarse correctamente, y esta necesidad del feto irá en aumento a medida que el embarazo vaya avanzando.
En caso de tener problemas con las náuseas,  no hay de qué preocuparse puesto que éstas irán desapareciendo después del primer trimestre, aunque hay algunas mujeres que continúan con este síntoma todo el embarazo, por lo que deberán controlar su alimentación y peso con su médico.
Es posible incrementar el peso comiendo alimentos que sean nutritivos y a la vez brinden un buen aporte de calorías, como frutos secos, palta, nueces, carnes magras, entre otras.
En tanto que aquellas que se sientan llenas durante el día, lo mejor es disminuir la ración pero aumentar la cantidad de comidas diarias.
Es necesario evitar alimentos que provoquen sensación de llenura, como es el caso de los preparados con grasas, como las frituras.
Los alimentos que ingiere una embarazada tienen que contar con el máximo valor nutritivo y no así con un máximo valor calórico, ya que la idea es alimentarse y no engordarse de forma desmesurada.
Cabe recordar, que un aumento sano de peso durante la gestación ronda entre los 11 a 16 kilos, ni más ni menos.

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No es recomendable teñirse el cabello en el embarazo

Teñirse el cabello constituye una cuestión que suscita ciertas dudas en las mujeres embarazadas. Desde siempre, se ha hecho referencia a los perjuicios que pueden ocasionar los químicos de la tintura.
Un nuevo estudio que ha sido realizado en Brasil determinó que las mujeres que se pintan el cabello poseen más probabilidades de dar a luz a bebés con leucemia. Dicho estudio fue publicado en el portal web de la Escuela Nacional de Salud Pública en asociación con el Instituto Nacional de Cáncer, en Brasil.
A través de dicha investigación, se ha podido comprobar que las mujeres embarazadas que utilizan tintes corren un riesgo dos o tres veces mayor de tener niños con leucemia, en especial aquellos que estuvieron expuestos a los cosméticos en el primer y el segundo trimestre de gestación.
La relación entre la leucemia y los tintes para el cabello viene siendo estudiada desde los años 70′, pero es ahora donde se ha percibido un aumento marcado entre las embarazadas que se inclinan por emplear esa clase de químicos todos los meses.
Arnaldo Couto, quien ha estado a cargo de dicha investigación, señaló que se ha trabajado sobre el riesgo probable de leucemia en los lactantes, en base a la exposición de la madre durante la gestación a estas sustancias. Por lo que es de vital importancia que las agencias reguladoras, encargadas de verificar la composición química de los productos, informen sobre los riesgos de su uso en embarazadas puesto que algunas sustancias presentes en tales productos ya han sido definidas como potencialmente cancerígenas.

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Los kilos de más en el embarazo

Una de las consecuencias más visibles del embarazo es, sin dudas, el aumento de peso. En suma, entre el feto, la placenta, el líquido amniótico, y la retención de líquidos, suelen aumentarse normalmente entre 9 y 14 kilogramos. Aunque, muchas mujeres aumentan mucho más de lo aconsejable.
Por eso, durante la gestación, es muy importante cuidarse del aumento de peso, puesto que el peso del bebé irá a depender de lo que engorde la madre en el embarazo. Generalmente, se suele engordar a razón de entre 1kg o 1.5 kg por mes, siendo absolutamente desaconsejable  engordar más de lo debido, porque puede traer consecuencias para la madre y el bebé. En el caso de la madre, puede sufrir sangrados vaginales y desgarros durante el parto o, incluso, hipertensión. Mientras que el bebé tiene posibilidades de padecer obesidad, huesos del cuello rotos u hombros pegados en el parto.
Por consiguiente, la alimentación de la mujer debe ser sana y equilibrada. Y si para ello se precisa un poco de ayuda, lo recomendable es consultar con un especialista en nutrición.
Algunos consejos que puedes poner en práctica: jamás hay que omitir el desayuno, ya que es la comida más importante del día, es preferible realizar seis comidas diarias, hay que comer de forma moderada y tener mucho cuidado con los “antojos”.
Bajo ningún concepto hay que dejar de comer, nada más alejado de una dieta sana. La falta de nutrientes puede ocasionarle al bebé  retardo en el crecimiento dentro del útero, menor coeficiente intelectual así como mayor índice de mortalidad infantil perinatal.
Durante el embarazo, no sólo la futura mamá aumenta de peso sino que también suele engordar el padre, básicamente debido a los antojos y las comidas copiosas que prepara la embarazada para saciar su hambre.
Si tienes algún tipo de duda, lo más conveniente es que consultes primero con tu médico obstetra, seré él quien evaluará tu peso y quien, de ser necesario, te derivará con un nutricionista.

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La quinta semana de gestación

Durante la quinta semana de gestación, por lo general, recién acabas de confirmar que vas a tener un bebé. En esta fase del embarazo empieza a formarse el tubo neural del embrión, además de algunos órganos importantes, como el corazón, el hígado y los intestinos. La embarazada suele presentar ciertos síntomas, como náuseas o cansancio extremo.
El embrión ya implantado se está desarrollando y, mediante la placenta y el principio del cordón umbilical, recibe los nutrientes esenciales desde el cuerpo de la madre.
Como ya dijimos, en esta semana se comienza a formar el tubo neural, que constituye el origen de la columna vertebral y el cerebro. Resulta de vital importancia que el tubo neural se forme correctamente para evitar defectos del tubo, como por ejemplo la espina bífida. Para disminuir la posibilidad de que aparezcan tales defectos, debes ingerir ácido fólico durante los primeros meses de gestación.
También empiezan a formarse el corazón, hígado y los intestinos. El corazón ya late, pero los latidos todavía son escasos y descoordinados.
La edad gestacional del embrión es de tres semanas y mide poco más de 1 mm, desde la cabeza a la cola.
En este momento del embarazo es muy común sufrir náuseas y sentirse más cansada de lo usual. Por eso, es importante descansar más, reduciendo un poco tu ritmo diario para combatir dicho cansancio. También, es posible que sientas ganas de orinar con mayor asiduidad.
Cada uno de estos síntomas van acompañados de algunos cambios psicológicos, ligados a la ilusión del nacimiento del bebé. Las mujeres, en la primera etapa del embarazo suelen estar emocionadas y felices. Pero también es muy normal sentir miedo frente a la nueva situación y el cambio que se irá a producir en su vida. Por ello, es importante intentar estar relajada y de manejar los temores consultando las dudas que puedan surgirte con otras mujeres o con tu médico ginecólogo.
Probablemente en esta semana, luego de la confirmación de tu embarazo, concurras al  ginecólogo por primera vez, quien te pedirá un análisis de sangre y de orina para  ver tu estado de salud general y si posees anticuerpos de la toxoplasmosis y de la hepatitis B.

Planificar el embarazo

A la hora de pensar en comenzar a buscar un embarazo, es preciso tener en cuenta una serie de recomendaciones.
En primer lugar, es muy importante realizar una  consulta con el ginecólogo antes de concebir. Por lo general, la mayor parte de las embarazadas descubren que lo están al poco tiempo de la primera falta. No obstante, lo ideal sería planificar el embarazo. Por ello, es aconsejable consultar con el ginecólogo para someterte a un chequeo médico. El especialista, a su vez, te irá a recomendar tomar ácido fólico, un suplemento fundamental para prevenir enfermedades serias en el desarrollo del feto.
Otro punto importante es cuidar la alimentación. Estar muy delgada o tener sobrepeso son dos de las cosas que pueden influir negativamente las posibilidades de lograr un embarazo. De este modo, es importante evitar el exceso de comidas ricas en grasa y optar por alimentos frescos y mucha fruta.
Al mismo tiempo, es preciso subrayar la necesidad de evitar el consumo de alcohol y tabaco, antes y durante la gestación, ya que dificultan la concepción. Esto no quiere decir que no puedas quedar embarazada, pero sí es importante saber que el consumo de dichas sustancias estimula la aparición de diversos trastornos, tanto para la salud de la mujer como la del futuro bebé.

La ingesta de vitaminas podría reducir los casos de partos prematuros y de bebés de bajo peso

Según un estudio, que fue publicado recientemente en el American Journal of Clinical Nutrition, tomar vitaminas antes y durante las primeras semanas de gestación podría servir de ayuda para reducir las posibilidades de parto prematuro y los nacimientos de bebés con bajo peso. De todas maneras, a pesar de los resultados, los investigadores aún no recomiendan su consumo en este periodo, debido a que es necesario llevar a cabo más estudios para estudiar de qué manera afectan las vitaminas a los bebés.
La toma de ácido fólico, previo a quedar embarazada y en los primeros tres meses de gestación, ayuda a prevenir defectos del tubo neural en el feto. A esto, ahora se le agrega que tomar complejos multivitamínicos antes de la gestación puede ayudar a reducir los partos prematuros y nacimientos de bebés de bajo peso.
El estudio, que fue llevado a cabo de manera conjunta por las universidades de Pittsburgh (EE.UU) y de Aarhus (Dinamarca), ha sido realizado a aproximadamente 36.000 embarazadas danesas. De acuerdo a lo arrojado por dicha investigación, se logró comprobar los efectos del consumo de vitaminas cuatro semanas antes y ocho semanas después de haberse producido la concepción.
No obstante, los investigadores coinciden en que es necesario proseguir con los estudios de los efectos de los suplementos multivitamínicos previo al embarazo, por lo que aún no se arriesgan a recomendar su consumo sin previa prescripción médica.
De acuerdo a los resultados obtenidos, la cantidad de partos prematuros, producidos antes de la semana 37, fue de un 4,3% en el grupo de mujeres que tomaba suplementos vitamínicos en contraste con el 5,35% del grupo que no tomaba ninguna clase de vitaminas. Tales diferencias, fueron observadas además en el peso y la talla del bebé. Es decir, que el grupo de madres que tomó multivitaminas fue menos proclive a tener un bebé pequeño conforme a su edad gestacional.
Según lo señalado por los científicos, existían ciertas diferencias entre ambos grupos asociadas especialmente al estilo de vida, como por ejemplo una alimentación inapropiada o el consumo de tabaco. Conforme a ello, el grupo que tuvo peores resultados llevaba una vida menos saludable, lo cual podría dificultar la absorción de alimentos así como favorecer los casos de partos prematuros y el bajo peso al nacer.
De todos modos, a pesar de los resultados positivos que arrojó el estudio, los investigadores todavía no recomiendan tomar complejos multivitamínicos sin prescripción médica debido a que aún se desconocen los efectos que éstos podrían causar en el bebé.